
En realidad, más que el nacimiento, lo que conmemoramos este jueves ha sido algo así como el día de su bautizo, de su registro, ya que fue el 10 de enero de 1923 cuando quedó inscrito oficialmente en la Federación Valenciana de Fútbol. El club, técnicamente, había nacido medio año antes, en el verano de 1922 y tampoco suponía la primera expresión futbolística de la ciudad, ya que nuestro equipo nació de la unión de varias agrupaciones de larga trayectoria, como el Illice o el Gimnástica de Elche. Tampoco llegaría al mundo como franjiverde, sino de blanco inmaculado: sería años más tarde, con la llegada del primer técnico extranjero, que se adoptaría el que hoy es el símbolo más reconocido de la camiseta. El checo Anton Fivber, que también entrenaría al Valencia y al Torino, pensó que ya había demasiados equipos blancos y, para poder diferenciar a los suyos, decidió añadir la línea verde.
Más allá de estas anécdotas, estos 90 años nos han dejado una historia agridulce, en la que se han alternado los malos momentos y otros, tan buenos, que nadie habría imaginado. El club parecía condenado, a la llegada de los años 50, a su desaparición tras descender a Tercera, pero los propios jugadores se hicieron cargo de la gestión del equipo como Cooperativa: el equipo se estabilizó y el fichaje del exbarcelonista César como jugador-entrenador supondría el ascenso consecutivo a Segunda y a Primera. En la máxima categoría se demostraría como un equipo sorprendente, capaz de alcanzar la quinta posición en la temporada 1963/1964 y de llegar a la final de la Copa del Generalísimo en 1969 (para perderla ante el Athletic). Nombres de aquel momento en la cumbre, como el portero Pazos, el paraguayo Juan Ángel Romero, Iborra, Marcial, Lico..., siguen sonando todavía en la ciudad.
El equipo descendería en 1971, tras salvarse in extremis la temporada anterior. Pero sólo necesitaría un par de años para volver a Primera y disfrutar de ella durante cinco temporadas consecutivas. Será también en aquellos años, en 1976, cuando el club abandone el viejo Altabix, donde había construido su leyenda de pequeño gran equipo, y se traslade al muchísimo mayor Martínez Valero. Desgraciadamente, el cambio de casa no vino acompañado de días mejores: tras perder en un fatídico encuentro ante el Cádiz que podía valer un ascenso, el equipo regresó a Primera en 1984, para volver a descender, para tener finalmente un fugaz paso por la máxima categoría en 1987. Luego, la nada: casi una década, los 90, vivida en Segunda B, en la que el club volvió a estar a punto de desaparecer. Se regresó a la división de plata en 1999 y ahí seguimos hasta hoy, con años mejores y peores, con aquella temporada, hace dos años, en la que un único gol nos privó de ascender.
90 años dan para mucho, domingo tras domingo. Los últimos quizás hayan sido más amargos que dulces, pero habrá tiempo para nuevas alegrías. De momento, estamos en el buen camino.