miércoles, 12 de marzo de 2008

liverpool 08


No, esta semana que estuve desaparecido no me fui a meditar sobre el no ser a los pies del Himalaya, ni estuve encerrado descifrando la demoscopia electoral (de las parlamentarias o de Eurovisión), ni siquiera estuve en la frontera afgano-paquistaní haciendo amigos. No, estaba en una ciudad que siempre quise conocer: Liverpool, a orillas del Mersey.
Sí, muchos estaréis pensando que me paso la vida viajando y que no hago nada de provecho para la sociedad que tanto me da, pero esta vez la cosa tenía finalidad académica (en resumen: para que tu doctorado valga en toda la UE, entre otros requisitos, uno tiene que estar tres meses en una universidad extranjera y me mandaron allí para ver cómo estaba al cosa). La preparación, sin embargo, fue algo precipitada: el jueves (¿o viernes?) pasado me pilla mi director y me dice si me gustaría ir dentro de cinco días a Liverpool. Y yo, que siempre había soñado con cantar Maggie Mae en Mathew St. sólo pude decir que sí.
Tenía un poco de miedo de que la ciudad se hubiera convertido en una caricatura de sí misma, en una especie de parque temático urbano de los Beatles y los reds, pero no: lo único realmente omnipresente (hasta lo cansino) es el pájaro Liver, el símbolo de la ciudad.
Para bien o para mal, las cuestiones universitarias se resolvieron de un modo inusitadamente rápido, así que tuve que pensar bien en qué hacer para no morir de aburrimiento. Por suerte, la ciudad, que no es la más preciosa del mundo y que me recibió con un clima hostil, ofrecía muchos estímulos para alguien como yo: me tomé una cerveza en cierto garito subterráneo llamado The Cavern, fui al museo de los Beatles en el Albert Dock, crucé el Mersey en ferry (sí, también me gustan las viejas canciones) y por supuesto me dejé caer por ciertos míticos estadios.
Desgraciadamente, la religión liverpooliana tiene demasiados adeptos por todo el mundo y fue imposible conseguir una entrada para el partido de los reds contra el Newcastle. Incluso había que reservar con varios días de antelación para hacer el tour por el interior de Anfield (vamos que es más fácil ir a un concierto de Led Zeppelin), pero la espera valió la pena: cumplí el sueño de pisar The Kop, te hacen pasar por el mítico cartel de "This is Anfield" y tuve un momento de reflexión junto al memorial de Hillsborough.
En comparación, Goodison Park, el estadio del Everton, aparece un poco como desangelado. Al pobre no lo visita nadie (nadie lo suficientemente cuerdo), pero desgraciadamente los únicos tours que organizaban coincidían con mi visita a Anfield (que, recordemos, es el estadio original del Everton).
Si por el día están todas esas cosas, a partir de las seis de la tarde no hay mucho que hacer en Liverpool. Dado que uno no puede irse de tiendas, ni pasear entre vientos que hielan la sangre y que el hostel en el que estaba era algo incómodo para pasar el rato, la única alternativa era meterte en un bar a ver fútbol (el domingo enlacé el Arsenal, luego el Bristol Rovers [sic] y luego el Barça-Villarreal).
Como todo el alojamiento barato en Liverpool estaba ocupado el fin de semana, tuve que buscar refugio en la ciudad de Chester, a unos 20 kms. Pero lo que parecía una emergencia, resultó una buena elección: una ciudad bien bonita, llena de cosas interesantes para ver (era un antiguo campamento romano) y en la que si paseas más de la cuenta, acabas en País de Gales (sobre ese tema y sobre su estadio ya hablaré en otro momento).
Y así pasaron estos días de silencio blogueril. A pesar del frío, el idioma (es increíble que haya sobrevivido tantos días con mi nivel de inglés), los altos precios, la comida y la poca belleza de las nativas, fue una experiencia bien bonita (y respondía a una necesidad histórica: ¿cómo se puede considerar uno futbolero sin haber estado en Anfield y beatlemaniaco sin haber estado en The Cavern?). Puede que regrese pronto al Merseyside, pero, por si acaso, me despedí hasta dentro de mucho de Liverpool y me traje todos los libros posibles de la historia del LFC y el Everton.

[En breve, más fotos]

4 comentarios:

  1. Eso, comenta lo del pais de Gales, que es realmente curiosa la historia...

    Por cierto, ¿comiste fish and chips?

    Y lo del ver al Bristol rovers lo entiendo, los otros en cambio me dicen poquito...

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  2. Joder, por fin has desvelado una de las grandes inquietudes de El Señor de los Lerus: "¿dónde está er Chester, Mapashito?".
    ¡Y queremos crónica de la comida becaril!

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  3. lo haré en breve, martín. por suerte pude evitar los fish and chips, pero casi me saco un abono para subway (el pans and company internacional)

    fer: ahora sólo me queda conseguir el leru partío (mira que le doy con fuerza, pero nada, empiezo a pensar que es una leyenda urbana)
    y sobre la comida becaril tampoco viste que dio para mucho: comimos carne y quedó para la posteridad la frase "chupar es guay"

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  4. Ya era hora de que hicieras el esperado viaje... eres el hijo pródigo de la mítica ciudad que me acogió durante 9 meses... Sabía que te gustaría! Espeto que no guardes el mapa que te hice... o que no te perdieras demasiado... jeje. Nos vemos a orillas del Mersey.
    Jana

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