viernes, 2 de noviembre de 2007

jornada de reflexión


Este fin de semana no hubo fútbol en Argentina. No precisamente por falta de interés (quizás el campeonato más apasionante desde hace varios años, con varios equipos disputando la primera plaza), sino porque se celebraban las elecciones presidenciales y, en un país donde el voto es obligatorio, lo más sensato era aplazar el mayor número de distracciones. Desde aquí, también yo quería aparcar un momento el fútbol, y unirme a la jornada de reflexión sobre la política argentina.
Ganó Cristina Fernández (de Kirchner) con cerca del 45% de los votos. Del triunfo (previsible, dada la debilidad de la oposición) de la señora del actual presidente, a estas alturas, ya se ha hablado y discutido casi hasta la saturación: sobre su fuerte personalidad, sobre el papel de su marido en las elecciones, sobre quién tendrá el verdadero poder en la Rosada, sobre la formación de dinastías republicanas, sobre la terrible ambigüedad del discurso político argentino, sobre su política exterior y las relaciones con España. Y mil cosas más.
Como historiador (o algo así), viendo estas elecciones desde una perspectiva más amplia en el tiempo, me han llamado la atención dos cosas. En primer lugar, me sorprende la capacidad argentina de reiventarse y salir del pozo (muchas veces para volver a meterse en él) una y otra vez. El país, que según su mito estaba encaminado a convertirse en el gigante del sur, tuvo un turbulento siglo XX, con golpes de estado en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976, iniciándose con este último la dictadura sudamericana más asesina y criminal. La vuelta a la democracia (lastrada por las herencias autoritarias) en 1983 no trajo tampoco la calma: con Alfonsín se cayó en una hiperinflación que golpeó muy duro, con Menem se vivió una ficticia fiesta de "pizza y champagne" que arruinó completamente el país y que llevó, en diciembre de 2001, al colapso del sistema político y económico argentino. Hace apenas cinco años del "que se vayan todos" y los caceralozos y parecía que el país había ingresado en el coma final: hoy, en 2007, la situación no es óptima, ni mucho menos, pero la economía se ha enderezado y los políticos siguen acudiendo (unos más, unos menos)cotidianamente a su trabajo. Argentina está mal, pero dada la historia (reciente y no tan reciente) que arrastra, sorprende que no esté sumida en un caos absoluto.
En segundo lugar, sorprende el derrumbe de los partidos no peronistas. Aunque en la práctica (por culpa de golpes y proscripciones) apenas hubo ocasiones de observarlo, el sistema partidista argentino se caracterizaba por la preponderancia del peronismo y de la Unión Cívica Radical (pese a su nombre, siempre moderada). A nivel nacional (otra cosa son las provincias), víctima de sus errores (especialmente del desastre que supuso De la Rúa, actual suegro de Shakira), la UCR se encuentra hoy prácticamente liquidada y el resto de formaciones posee la esperanza de vida de un suicida punk. A ello no es ajeno la acción del peronismo, que también ha jugado a romper y cooptar al resto de partidos, hasta convertirse en la formación hegemónica (y de momento la única con poder real) en el país.
Cristina ganó, pues, rentabilizando la buena gestión que realizó Kirchner en un país al borde de la quiebra y aprovechando la debilidad de la oposición (sorprende, sin embargo, el buen papel de Elisa Carrió, segunda, con el 23%). Además de esas razones, para explicar ese triunfo, a los analistas políticos no se les escapó un factor fundamental: Cristina era mucho más linda que sus rivales (sobre todo que Lavagna).
Y después de esta reflexión, mañana volveremos con cosas realmente imporantes en la vida, como el derby que se disputará entre Gimnasia de La Plata (precisamente, el equipo de Cristina) y Estudiantes. O hablaremos de la historia del mítico globito, Huracán, que se enfrenta a su archirrival, San Lorenzo. O de lo lindo que es pasear por la playa del Paraná antes de un partido de Rosario Central.

2 comentarios:

  1. Parece mentira como un país tan enorme en recursos como Argentina no sea hoy uno de los poderosos a nivel mundial. para que después salgan algunos diciendo que pasan de política. Los políticos pueden enviar a la ruina a un país y a sus habitantes. Si les dejamos hacer lo que quieran, las posibilidades de que esto ocurra se multiplican.

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  2. Por eso mismo que comenta Des Raval, para mi cuanto menos poder tengan y ejerzan los politicos, mejor(lo mio debe ser una especie de anarcocapitalismo), sobre todo quitar de sus zarpas todo lo que no sea de su incumbencia, desde la justicia hasta el que tengo que comer.

    Pero desde el momento que la mayoria de la gente parece pensar que lo de pensar y decidir por uno mismo es algo malo, que cansa, y creen que si a ellos les molesta hacerlo, lo mismo vale para lo demas, aviado estamos, ni siquiera es culpa de los politicos, sino de la gente, mitad pasota, mitad pseudoesclava.

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