toco y me voy

Debería ser lo normal, pero sigo sorprendido por haber llegado a España (¿se puede decir España por internet?) sin retrasos, sin pérdidas de maletas y sin hastío vital (gracias, Aerolíneas). Regreso a mi país y curiosamente me sorprendo de cómo hablan mis compatriotas, con sus "vosotros", sus "coger" y su ceceo; me sorprendo de que me acepten billetes grandes sin que haya problemas de cambio; me sorprendo de lo caras que son las zapatillas (y la cosa es urgente, porque no puedo andar con las de correr toda la vida) y me sorprendo de que no pueda comprar pasta artesanal (la echo de menos) en cada esquina.
Para bien o para mal no voy a tener mucho tiempo que pensar en esas cosas, porque mañana por la mañana vuelo para Alemania (Frankfurt, Heidelberg) con Gaby y luego, a la semana siguiente, iremos a Italia (Milán) con mi amigo Manolo (no, no soy rico; es que los vuelos estaban muy baratos. Y no, no voy a ver fútbol... o eso creen ellos).
Cuando regrese en unas dos semanas (ojalá pueda escribir por aquí) supongo que ya se me habrá pasado la nostalgia argentina. A fin de cuentas, en España hay cosas muy buenas. Por ejemplo, la horchata.