un trabajo demasiado bien hecho

La mayoría de los aficionados españoles no tenemos muy desarrollado el paladar para degustar las etapas llanas y los sprints. A veces nos interesamos por la suerte de Freire, Flecha o algún otro, pero para nosotros ciclismo equivale sobre todo a las duras jornadas de montaña con varios puertos. Nada que ver con Bélgica o Italia, donde las clásicas y las volatas son una institución.
Pero aunque muchos no sepamos apreciar la belleza de la sincronización del trabajo en equipo, de las estrategias para colocarse en cabeza y de la potencia de los rodadores, las etapas llanas ofrecen también anécdotas curiosas, como la que ocurrió ayer en la llegada a Gante.
Excepto para Freire y McEwen que suelen buscarse la vida como pueden, los sprints son el resultado de una estrategia colectiva muy compleja, en la que los miembros de un equipo se turnan para imponer un ritmo altísimo y colocar a su líder en la mejor posición para que realice el último esfuerzo de llegar a meta. Si es necesario, todos los compañeros tiran, sean escaladores o contrarrelojistas, pero al igual que todo en la vida, también hay especialistas en esta tarea tan precisa, como Martinello que preparaba los sprints a Cipollini. Generalmente su labor queda en el anonimato; pero unos pocos hacen su trabajo excesivamente bien. Ayer, por ejemplo, Gert Steegmans (Quick Step) era el encargado de lanzar a Tom Boonen, uno de los mejores sprinters del mundo e ídolo belga (al menos de la parte flamenca). Sin embargo, puso tanto empeño, imprimió tanta velocidad para colocar a su líder, que Tom no tuvo fuerzas para superarlo y Gert ganó la etapa.
Por las caras, parece que Boonen se alegró de la suerte de su escudero, pero hay jefes a los que no les gustaría tanto celo en su trabajo.

Foto: Eurosport