jueves, 26 de julio de 2007
kazajo
Lo que ha ocurrido con Rasmussen, retirado siendo líder, sospechosísimo, pero apartado sin que se haya confirmado su dopaje, ha sido la puntilla (que de puntilla ha tenido poco, porque ha sido un golpe bajo y duro) a este Tour. Si hay algún valiente que todavía siga el Tour, que no sea español (por eso de Contador, nuevo líder) y que lo haga por amor al deporte y no por morbo de esa especie de reality, merece mis respetos y me pongo a los pies de su señora. Pero quizás el caso anterior, el de Vinokourov (o Vinokúrov, como escribe el gran Carlos Arribas), ya un poco olvidado por lo rápido que todo ha pasado, tenga más consecuencias que las mermamente ciclísticas.
Porque Vino es más que un ciclista, es prácticamente un embajador: Alexander es posiblemente el único habitante conocido por el resto del mundo de ese país, Kazajstán, que hasta hace una década ni siquiera salía en los mapas y que muchos no sabríamos ubicar correctamente, en esa zona remota y desconocida de la que salieron de repente un buen número de países. Por si fuera poco, el equipo al que pertenece toma el nombre de la capital de su nación, Astaná, y los colores de su maillot reproducen los de la bandera, con su turquesa y su sol dorado.
Que la primera cosa que te viene de un país esté relacionado con el dopaje y la trampa no es un buen negocio y, precisamente, publicidad negativa no es lo que necesita un país como Kazajstán, una nación hasta hace poco desconocida y llena de contradicciones. En lo económico, aunque todavía poco desarrollado, posee unas reservas de gas y petróleo que lo convertirán en un actor crucial en la región dentro de poco (si no lo es ya, como se ve en las negociaciones que mantiene con la UE) y Astaná (la capital desde 1998) está inmersa en un plan de urbanismo megalómano, moderno y carísimo que en algunos aspectos deja a mi Elche como un pueblucho. En lo político, a una democracia formal se opone el hecho de que Nazarbayev siga como presidente desde la época soviética (curiosamente gana aplastantemente en todas las elecciones desde hace quince años) y que tampoco se respete en demasía los derechos humanos de los opositores (muchos de ellos mueren en extrañas circunstancias).
Hace unos meses, cuando se estrenó la película Borat, los kazajos protestaron por la mala imagen que ofrecía del país. En diarios como El País aparecieron especiales publicitarios de varias páginas cantando la belleza y los infinitos recursos de esa región de Asia Central. En realidad, aquello era una broma y una caricatura que, con un poco de imaginación, podrían haber usado como publicidad a su favor. Lo de Vinokourov es más serio y podría hacer más daño. Si son listos deberían empezar a rellenar especiales con la cara sonriente de Nazarbayev en poster desplegable. Por el bien de su imagen.
Por cierto, Borat estuvo presente animando en el Tour.
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Aquí hay un problema, y gordo. Si yo visito tu blog cada día (vicios que tiene uno), y hoy, 31 de julio, me sale al fin el artículo del día 26, ¿qué está fallando?:
ResponderEliminara) la caché del navegador;
b) el patio de mi casa, que es particular;
c) el filange izquierdo, que diría Phoebe;
d) el gobierno, por negociar con ETA la cesión de Navarra con opción de recompra a los dos años y una cláusula según títulos.
Coincido con tu análisis. Al margen de la polémica sobre Borat (al fin la vi, y me cautivó), Vinokourov era el principal referente que el mundo tenía sobre un vastísimo y remoto país de difícil deletreo.
ResponderEliminarY ahora, unos ligerísimos apuntes:
1.- El poster de Nazarbayev lo podríamos poner en el Becadero, dentro de nuestra política de redecoración parietal.
2.- Al Astaná también lo patrocinan los ferrocarriles kazajos, imagino que para fomentar la visita de la muchachada mochilera del Interraíl.
3.- Tras el positivo de Mayo y el desprestigio de la empresa Saunier Duval, España entera se apresta a boicotear todo aparato de aire acondicionado.
He dicho.