la vuelta del Tour

Comienza el Tour de Francia y, por el poco revuelo que se observa en las calles, pareciera como si sólo me interesase a mí, a unos cuantos bohemios y a un señor de Portugalete que se traga cualquier acontecimiento deportivo. Es algo preocupante si se tiene en cuenta que hace poco más de diez años el ciclismo era el segundo deporte más seguido y en las tardes de verano la gente dejaba a un lado la siesta para seguir atenta la escalada al Alp d'Huez o la crono por equipos. Es preocupante también porque según el CIS el ciclismo sigue siendo uno de los deportes más practicados entre los aficionados y las carreras populares (tipo Quebrantahuesos) tienen una afluencia masiva.
Dos causas (muy obvias) me parece que explican esta decadencia del deporte más épico que se ha creado. Por una parte, una bastante superficial, que hace que en España (aparte del fútbol y el baloncesto que tienen su público cautivo) los distintos deportes tengan un momento de esplendor sólo cuando existe un gran campeón español. Hace diez años, por ejemplo, la Fórmula 1 sólo la veía mi amigo Manolo y el señor de Portugalete (y éste, únicamente por contrato) y, por el contrario, en cualquier conversación de bar se podía escuchar hablar de desarrollos y ruedas lenticulares.
Pero esa causa tiene un valor heurístico (me van a dar el Pullitzer por usar este adjetivo) más bajo que mi amigo Rafa. Primero, porque a fin de cuentas hoy hay ciclistas españoles de primerísimo nivel (entre ellos, el supuesto ganador del Tour 2006, Pereiro) y segundo porque no llega a explicar la crisis del ciclismo a nivel mundial.
La segunda causa es la más conocida y la más dañina. No hay noticia importante en el ciclismo que no incluya la palabra "dopaje" (mientras que las meramente deportivas apenas ocupan pequeñas esquinas en los diarios). Desde 1998, con el caso Festina, hasta hace unos meses, con la catarata de declaraciones de Riis & Co, han sido golpes continuos a la credibilidad del ciclismo, que alcanzaron su clímax en 2006 con la Operación Puerto. Esto, que ya es sumamente grave de por sí, se ha convertido en algo todavía peor por la torpe gestión de la crisis por los organismos y propios ciclistas, donde cada uno va por su lado y no siempre con buenas intenciones: difícilmente se puede encontrar un deporte con la capacidad suicida y autodestructura como la que tiene el ciclismo.
Pero aunque tengamos que mirar para otro lado y echar mano de grandes dosis de buena voluntad, hoy empieza el Tour y tenemos derecho a ilusionarnos. Porque el del año pasado fue un espectáculo increíble (escapada de Pereiro, resurrección de Landis) hasta que se descubrieron esos excesos con la testosterona. Y porque a quien de verdad quieres, le perdonas todo. Ancora io ti amo, ricominciamo.

Y ahora, una canción no muy allá, que podría haber puesto mi padre, pero cuyo título es la frase final de este post.