Ya es oficial y matemático: mi Elche permanecerá una temporada en segunda división, a pesar de haber perdido esta jornada contra el Cádiz. Ciertamente, los seguidores ilicitanos lo hemos pasado peor este año que Barbra Streisand en una gofrería, temiendo (con bastante fundamento) por un trágico desenlace. Nadie dijo que fuera a ser fácil: durante la pretemporada y por primera vez en muchos años el discurso que se lanzaba era de austeridad, muy alejado del triunfalismo y de las promesas de rápido ascenso de otras ocasiones.
La voluntad y el buen rollo del primer entrenador, Luis García Plaza, no fueron suficientes para evitar que el equipo fuera hundiéndose poquito a poco en la zona de descenso. Por suerte, la llegada de David Vidal supuso un revulsivo semejante al de meterle a Ehud Olmert cuatro tazas de café solo y el Elche empezó a obtener buenos resultados (lo de Vidal fue realmente llegar y besar el santo, con tres victorias en sus tres primeros partidos) y a alejarse cada vez más de la zona realmente peligrosa. Fueron meses duros, porque los puestos que llevan a Primera se decidieron rápidamente, pero por abajo la igualdad era extrema y el Elche no dejó de hacer la goma respecto al descenso, ya que a las victorias casi siempre le seguía una derrota.
Pero, finalmente y esto es lo realmente importante, el Elche se ha salvado y el año que viene seguirá peleando en la segunda categoría (siendo orgullosos: igual que la Juve este año). Desde mi punto de vista, lo mejor de la temporada ha sido la gran actitud de los jugadores (se ha hecho lo que se ha podido con una plantilla justita), el acierto de fichajes como Fajardo y Óscar Díaz, el buenhacer de Caballero y Fernando Niño y el enorme trabajo de un Vidal que supo redirigir a un equipo en una trayectoria declinante. Lo curioso de todo esto es que, si no pasa nada raro, se acabará la temporada de una manera muy similar a la de años pasados, aunque siguiendo una trayectoria inversa y con un presupuesto mucho menor.
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