jueves, 24 de mayo de 2007

es lo que dicta el corazón

Por mucho que se quiera ir en su contra, por mucho que la razón y tu cabeza te lleven hacia una cierta dirección, el dictador de nuestras decisiones suele ser nuestro corazón. Una extraña intuición que no siempre llegamos a comprender suele desafiar nuestros planteamientos y nuestras creencias y nos empuja en el sentido contrario al que siempre creímos como correctos.
Les suele ocurrir a algunos enamorados, cuando descubren que la persona de su vida era diferente a la que siempre habían pensado. Mi experiencia con el asunto es algo más banal, pero no por ello menos importante. Me ocurrió la primera vez la semana pasada: en la final de la Uefa, mi cabeza quería apoyar al Espanyol, el pequeño y simpático equipo al que el destino le debía el título, pero un sentimiento oculto me llevó a levantarme y gritar el gol en la prórroga de Kanouté y a recibir con el silencio de mi soledad el tanto de Jonatas.
Quizás fuera por ser un seguidor del Sevilla durante la infancia (algo que tampoco tenía mucho sentido) o por ocultas razones, pero el caso es que mi corazón no me dejaba empatizar con los pericos. Con todo, lo que me ocurrió ayer, con la final de la Champions, fue posiblemente más grave.
Había miles de razones para apoyar al Liverpool: la mística de Anfield, su carácter más modesto, Benítez, Xavi Alonso, Arbeloa, los Beatles. Incluso llevaba la camiseta red de los gloriosos tiempos de McManaman (!). También había motivos para sospechar del Milan: un equipo casi geriátrico, en decadencia, imputado en el Moggigate y con Berlusconi y Galliani en el palco. Pero a pesar de todo mi corazón dictó ser rossonero, gritó los goles de Inzaghi, vivió con angustia los minutos finales de la resurrección inglesa y, finalmente, se emocionó con el gran capitán Maldini levantando la copa.
Lo irracional ha creado monstruos aún mayores que los de las pesadillas de Goya, pero a veces da gusto dejarse llevar por donde te guía el corazón. Hay razones que la razón no entiende (¿Pascal?) y a lo mejor son las que mejor nos definen.

Los albaceteños Mercromina (no soy un experto en el mundo popero, pero molan) tienen una canción titulada como este post que viene aquí más oportunamente que Lindsay Lohan (no tengo muy claro quién es) a una despedida de solteros

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