lunes, 14 de mayo de 2007

el dinero no siempre da la felicidad

El dinero es un elemento paradójico y poco fiable a la hora de proporcionar la felicidad: te la da, te la quita o te deja indiferente sin que uno sepa muy bien por qué.
Según el saber popular, tener una gruesa cuenta de euros o francos suizos, no trae (como sí lo hace el amor o la salud) la felicidad. Quizás Roman Abrahamovich está empezando a comprenderlo tras la mala campaña de su Chelsea, aparcado de la Champions por un Liverpool teóricamente inferior y de la Premier por un Manchester increíblemente resucitado. Es cierto que el dinero ha hecho del Chelsea (un buen equipo, pero históricamente mediocre -su primera y única liga en el siglo XX data de 1955-), el club de referencia en Inglaterra. Los millones han dado dos campeonatos de liga, han atraído a estrellas como Shevchenko o Ballack y han dado un carácter temible al club; pero no han logrado hacer de él un equipo vistoso y su proyecto de conquista de Europa ha naufragado año tras año.


Por suerte (o por desgracia), a veces el dinero no deja una herencia tan perjudicial y tiene, como el cerdo, un regusto agridulce. Este año lo han comprobado en el también londinense West Ham. A fines de agosto, cuando acababa el plazo para nuevos fichajes, llegaban a este modesto club inglés dos grandes estrellas internacionales, los argentinos Mascherano y Tévez (unos fichajes, por otra parte, muy intrigantes, ya que su pase pertenecía a un oscuro fondo financiero llamado MSI, cuya cara visible es un iraní llamado Joorabchian). Por si fuera poco y para rematar el asunto, en noviembre el club era adquirido por el millonario islandés Magnusson.
Con esta inyección de dinero y con unos cracks envidiados por todo el mundo, el West Ham se preparaba para vivir una temporada de ensueño, lejos de las penurias y escaseces del histórico espirítu obrero del club. Nada más lejos de la realidad: el West Ham ha sufrido increíblemente, ha ocupado puestos de descenso gran parte de la temporada y, para colmo, Tévez y Mascherano pasaban más tiempo en el banquillo que en el campo (el último sería traspasado en diciembre al Liverpool en otro extraño fichaje). Hasta ahí lo agrio. Lo dulce es que ha sido el propio Tévez, la estrella que tanto costó y en el que se tenían tantas esperanzas, el que ha liderado y dirigido al equipo hacia una remontada impresionante, marcando goles decisivos, como el de la última y dramática jornada contra el Manchester United, que otorgaba la salvación matemática.


Pero, por supuesto, también hay casos en los que, directamente (y en homenaje a la lógica empresarial más básica), a mayores inversiones, mayores logros: lo han podido comprobar estos últimos años en Austria. En abril de 2005 la empresa Red Bull compró el equipo anteriormente conocido como Casino Salzburgo (una compra no casual, porque la sede de la empresa está en esa ciudad) y comenzó a invertir su dinero para hacer de él un grande de Austria y de Europa. En la temporada 2005/2006, con la llegada de jugadores como Zickler y Linke (gracias a los contactos de un asesor deportivo como Beckenbauer), el Red Bull acabó segundo, a cuatro puntos del Austria Viena. En el siguiente verano, el desembarco de caras conocidas ha sido todavía mayor: el equipo pasaría a ser entrenado por el tándem formado entre el mítico Trapattoni y el no menos grande Lothar Matthäus y llegaron nuevos jugadores contrastados como el central croata Niko Kovac. Resultado: el Salzburgo ha arrasado en la Bundesliga austriaca (primer título de liga tras diez años), saca 19 puntos al segundo clasificado (el Ried) y tiene una diferencia de goles positiva de 45.
La victoria, por supuesto, tiene un precio: el dinero que ha convertido al Salzburgo en el mejor equipo de Austria, también ha corrompido su identidad. El club se ha convertido en una especie de franquicia y es uno más de los varios redbulls que hay repartidos por el mundo (si entras en la web oficial, el primer paso es elegir entre todos esos clubes). A algunos les gusta, a otros no: una parte de la afición ha decidido formar un nuevo equipo más respetuoso con las tradiciones, el Austria Salzburgo.
En conclusión: el dinero (como dirían mis amigos de ciencias sociales) puede ser necesario, pero no suficiente para hacer un gran equipo. Lo importante, como dice Pepe Macías, es que haya salud.

6 comentarios:

  1. El dinero no da infalibilidad (!), pero da unas posibilidades de acierto mucho mayores.
    Lo de Tevez y Mascherano fue un 'Expediente X', porque terminar terminaron estupendamente y ya se especula con un reencuentro en Liverpool.

    un saludo!

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  2. Es como el caso del United Of Manchester, formado tras la llegada al club de Glazer.
    No conocía el caso del Austria Salzburgo, pero es muy interesante.

    Un saludo!

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  3. gracias adri. tengo que investigar sobre el otro salzburgo porque no sé en qué división está ni qué futuro tiene.
    estuve en 2005 en salzburgo y me ilusión era comprarme la camiseta, pero se ve que era el momento de la transición y no hubo manera. supongo que ahora habrá cosas del red bull por todas partes.
    eso sí, nos hemos olvidado del caso que mejor relacionó el dinero con lo deportivo: el madrid de floren (estoy leyendo diez mil años más tarde el libro de john carlin -un gran tipo- titulado "los angeles blancos" y mola bastante)

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  4. Aquí en España con ricos americanos o rusos no (Piterman aparte) pero con pelotazos inmobiliarios...madre mía jaja.
    Un saludo!

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  5. pues sí: se ve que hay que los manejos futbolísticos tienen que adaptarse a la cultura del país y en españa eso pasa por el pelotazo. hasta a mi elche le han recalificado los terrenos donde entrena (lo malo es que con ese dinero no ha cancelado la deuda y ahora ocupa "de prestado" sus antigos campos).

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  6. El dinero no da la felicidad, ¡pero joder lo que ayuda!
    Un caso curioso acerca del dinero y el fútbol es el del Mérida. Su presidente, José Fouto, se hizo rico a base de ciertos negocios sucios -especulación inmobiliaria, sobre todo, pero se insinúa que también tráfico de drogas- y el Mérida fue la mejor lavadora para blanquear ese dinero.
    En la ciudad, por supuesto, nadie pio. Incluso se renombró el estadio: de "Municipal de Mérida" pasó a ser "Estadio Romano José Fouto".
    Eso sí, cuando Fouto salió por patas, con la mierda hasta el cuello, el grito en el cielo emeritense fue unánime. A buenas horas, mangas verdes.
    El Mérida casi desapareció, igual que el Badajoz. Uno en 2ªB, otro en 3ª. Y ambos se lo tienen merecido.
    Lo importante, visto lo visto, es que haya salud (grande, ese Pepe Macías). Ah, y que el Villanovense vuelva a 2ªB, no sea que el Don Benito nos mire por encima del hombro.

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