martes, 22 de noviembre de 2011

la lidia



Casi toda la música occidental (y eso es mucha música, de Vivaldi a King África) se basa en dos escalas: la mayor y la menor. Eso puede llegar a resultar repetitivo (de hecho, lo ha llegado a ser y por eso la mayoría de canciones de Maná nos suenan iguales), pero, con un poco de imaginación, las combinaciones posibles entre siete notas son prácticamente infinitas. Por suerte, la música no se acaba en las posibilidades que ofrecen el modo mayor y menor, ni siquiera si nos circunscribiéramos únicamente a las escalas diatónicas, pasando de pentatónicas (escalas de cinco notas, muy blueseras o chinas) y cromáticas. Por ejemplo, tenemos los llamados modos griegos, cuya mecánica es bastante sencilla: hasta a un tipo sin mucha formación musical como yo le suena que la escala de Do mayor se recita así: do-re-mi-fa-sol-la-si-do. En términos de intervalos, es decir, en términos de distancia entre nota y nota, la cosa se expresaría de esta manera: tono-tono-semitono-tono-tono-tono-semitono. Una escala que en Do mola más a la hora de pasar a la notación musical, porque ninguna nota contiene ni bemoles ni sostenidos. Pero ahora imaginemos que, manteniendo los mismos intervalos, comenzáramos la escala en Re en vez de en Do (es decir, re-mi-fa-...). En este caso, la sucesión de los intervalos (tono-semitono-tono-tono-tono-semitono-tono) cambia algunas cosas: la tercera y la séptima pasan a ser menores. Esa nueva combinación es conocida como modo dórico y tenéis que creerme si digo que crea unos sonidos muy diferentes a la escala mayor, más tristes y latinos (la mayoría de canciones de Santana utilizan el modo dórico y también Eleanor Rigby de los Beatles). Si en vez de Re (la segunda nota), comenzamos a recitar la escala de Do mayor desde Fa, la cuarta nota, obtendríamos el modo lidio: una escala que tiene como única teórica diferencia respecto a la mayor natural la cuarta bemol. Pero la teoría no dice mucho de la riqueza musical que puede ofrecer un cambio tan aparentemente pequeño.

La escala lidia ofrece un sonido sorprendente, exótico y, por momentos, hasta desquiciante. Quizás porque al ser tan similar a la mayor, el oído se acomoda y se relaja hasta que de repente aparece por ahí una nota inesperada. Muy posiblemente, la melodía más popular basada en la escala lidia quizás sea el tema de Los Simpsons, donde esa sucesión de sonidos tan poco común se usa como metáfora de la inestabilidad emocional de los miembros de la familia (en honor a la verdad, la melodía se basa en la escala lidia con séptima bemol, que le da un toque bluesero). Pero mi canción preferida basada en esta escala (bueno, aunque también incluye una séptima bemol) es Pretty Ballerina de The Left Banke, un grupo que no lo petó en los 60s, pero que fue muy bien considerado (y lo sigue siendo) por la crítica. En una época de experimentación musical masiva, a los chiquitos de The Left Banke les dio por acercar el pop a la música barroca y el tema en cuestión es un buen ejemplo, con su cuarteto de cuerda y su solo de oboe, tan delicioso y delicado, como alejado del guitarrerío estridente. La historia que hay detrás de la letra también tiene su aquel: compuesta por el pianista del grupo Michael Brown, estaba dedicada a Renée... casualmente, la novia del guitarrista del grupo Tom Finn. Extrañamente, el interés de Michael por la novia de su colega, que también se plasmó en otro éxito como Walk away Renée, parece que no generó demasiadas tensiones en el grupo, pero la falta de éxito comercial y los consiguientes problemas económicos haría que el grupo se separase finalmente en 1969.

Y, por supuesto, los Beatles también usaron la escala lidia en varias de sus canciones, como la raruna y harrisoniana Blue Jay Way, mientras que progresiones de acordes basadas en ese modo pueden escucharse en Sgt. Pepper's y Eight days a week. Algo que demuestra una cosa: una simple nota puede cambiarlo todo.

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