jueves, 27 de enero de 2011

si el fútbol fuera ciclismo

Hay muchas formas de perder la inocencia. La más cínica que conozco es aficionarse al ciclismo profesional. No deja de ser un deporte maravilloso, para mí, el más bello que existe, pero han sido ya tantos palos, tantos ídolos caídos, tantas hazañas falsas, que es imposible seguirlo sin una pátina de escepticismo, cuando no de hipocresía. Al menos, tantos varapalos han agudizado nuestra actitud crítica hasta cotas que rayan la paranoia: lesiones inoportunas, virus estomacales en el peor momento, concentraciones exóticas, revolucionarios métodos de entrenamiento adquieren nuevos significados en nuestras suspicaces, quizás malsanas, mentes. En contraste con ese ciclismo que deriva peligrosamente hacia un espectáculo estilo lucha libre, el fútbol se presenta como un espacio limpio y inocente, un deporte que no ha dejado de ser un juego y en el que no cabe más maldad que las patadas del Ujfalusi de turno.
El deporte de competición es, casi por definición, lo contrario a la salud. Costaría creer también que, con los enormes intereses de todo tipo que mueve el mayor deporte del mundo sus protagonistas de comportaran, a diferencia de otros deportes, como auténticos caballeros inmaculados. Pero, podría ser así. A falta de pruebas, podría ser que el fútbol fuera un deporte complemtamente limpio. A pesar de ello, sería divertido un pequeño juego: aplicar al fútbol las casi enfermizas sospechas que le dedicamos al ciclismo. Por supuesto que ambos deportes no son comparables, ni fisiológicamente, ni en sus dinámicas y, por supuesto, cualquier sospecha que lancemos no tendrá el mayor asidero legal... pero puede ser interesante.

Si, por ejemplo, en el deporte de la bicicleta existieran dos monstruos como Madrid y Barça, capaces de ganar y golear a cualquier rival con una suficiencia nunca vista, no habría aficionado que no se hubiera planteado al menos una vez la posibilidad de algún tipo de trampa. Pensemos en Lance Armstrong, por ejemplo. Si, para más inri, uno de esos equipos estuviera dirigido por un ex jugador que tuvo sus más y sus menos con la justicia italiana por un positivo por nandrolona (finalmente absuelto) y su delantero estrella hubiera tenido que tratarse en su infancia con hormona de crecimiento, las sospechas se elevarían exponencialmente, a pesar de que no reflejen la realidad. Que el durante años capitanísimo del segundo equipo mencionado durmiera durante años en una cámara hiperbárica pasaría, en el caso de ser un ciclista, de una anécdota graciosa a una práctica que nos llevaría al recelo. Más todavía cuando, ironías del destino, encontramos noticias como esta.
Hay también una interesante categoría de ciclistas que se conocen como sputniks. Son aquellos que aparecen de la nada, ofrecen un rendimiento estratosférico (muchas veces, en disciplinas ajenas a las suyas) y de nuevo caen en el anonimato. Pensemos, por ejemplo, en Stefan Schumacher , en Bernhard Kohl o, más conocido, en Floyd Landis. Casualmente, todos ellos acabaron implicados en casos de dopaje: a fin de cuentas, el entrenamiento es importante, pero, como dice la famosa frase, no convierte a burros en caballos de carreras. No suele haber sputniks en el fútbol, un deporte, además de colectivo, estamental y fiel a las jerarquías tradicionales. Pero se me ocurren dos ejemplos. Como aquel Valencia de cambio de siglo que llegó a dos finales de Champions (2000, 2001) y cuyas grandes figuras (Mendieta, Gerard, Farinós,...) fracasaron enormemente cuando salieron de Mestalla poco después. O, todavía más espectacular, aquella Real Sociedad que disputó la liga al Real Madrid hasta el último partido en la temporada 2002/2003. Tener una temporada (o temporadas como el equipo che) históricas es digno de elogio y admiración, pero todo se complica si tu médico es un tal Jesús Losa, viejo conocido de Iban Mayo, David Millar, Moisés Dueñas y Maribel Alonso y colega por SMS de cierto ciclista cuyo hermano juega a veces en el mejor club del siglo XX.

Todo esto, por supuesto, es pura especulación; tan inocente como el pequeño juego que proponíamos. Pero si el fútbol fuera ciclismo llenaríamos páginas hablando de una papilla mágica que permite ganar dos Uefas o de la curiosa figura de un asesor técnico-científico (sea lo que signifique cargo tan rimbombante) tras cuya llegada cierto equipo de Barcelona pasó de estar desahuciado a luchar por la Champions. Por suerte, el ciclismo es ciclismo y el fútbol es fútbol.

PD: Para pervertir totalmente nuestra mente, es imprescindible seguir ese monumento llamado Ciclismo2005. Muy recomendable también este artículo y su segunda parte.

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