lo recordaremos siempre

Ya hace un mes y medio. Una eternidad en un mundo frenético que consume noticias, anécdotas y personajes a velocidad industrial. Y, sin embargo, lo que pasó aquella tarde noche del 11 de julio (y, en realidad, todo aquel mes) nunca lo olvidaremos. Cuando pasen muchos años, se caiga todo nuestro pelo (para eso no hace falta tanto) y nos cueste subir a una bicicleta seguiremos hablando de dónde estábamos aquella tarde de verano en la que finalmente Iniesta consiguió perforar la portería holandesa. Y hablaremos de aquel pulpo que predecía (con éxito) todos los partidos, o de la patada al pecho de De Jong, o de aquel endiablado balón que hacía competencia a los de Nivea, o del calor del pueblo sudafricano. Recordaremos a aquel seleccionador silencioso, cercano y a la vez firme, la clase de Xavi, la garra de Puyol, el hambre de Villa, el despertar de Busquets, el temple de Alonso, la mala suerte de Torres, el liderazgo de Casillas y al escurridizo Pedrito.

Yo, por ejemplo, recordaré que, con toda la ilusión, compré un billete para regresar a casa, a Elche y ver el partido con mis padres. Recordaré a mi madre colocando la bufanda de España sobre el televisor, la tensión del partido, el silencio de las calles, el grito de mi padre con el gol, la fiesta con mis amigos, la Glorieta atestada de gente, la felicidad en los ojos de los demás. Porque, ¿quién lo iba a decir? yo vi a España ganar un Mundial.