martes, 15 de junio de 2010

joe gaetjens: de belo horizonte a duvalier


La historia es conocida: hace 60 años, en el Mundial de Brasil, también se disputó un Inglaterra-Estados Unidos. Las circunstancias que rodeaban a aquel partido, también lo son: Inglaterra, orgullosa inventora del fútbol y celosa de su identidad (como en tantas otras cosas), se había negado a participar en los anteriores Mundiales, en una decisión en la que mezclaba desconfianza, suficiencia y un toque de arrogancia. En el campeonato del Maracanazo y las 13 selecciones (la II Guerra Mundial había hecho estragos), Inglaterra y Estados Unidos debían jugarse una plaza para el cuadrangular final con España y Chile.
El partido entre anglosajones se disputaba en la segunda jornada y era a vida o muerte para unos estadounidenses que habían perdido en el debut contra España. Los ingleses, en cambio, aparecían confiados tras ganar 23 de los 30 partidos que disputaron tras la guerra, tras vencer a Chile y para lo que parecía un partido tranquilo. De hecho, la mayoría de los jugadores americanos ni siquiera eran profesionales a tiempo completo y algunos ni tenían la nacionalidad estadounidense, caso del escocés McIlvenny o el belga Maca. La sorpresa que supuso el encuentro, sin embargo, hoy ya no es tal: Estados Unidos ganó el partido 1-0, hiriendo mortalmente la soberbia inglesa, que sería rematada tres años después cuando los húngaros profanaron Wembley con un 3-6. La gesta tampoco sirvió de mucho, ya que España ganó sus tres partidos y se clasificó cómodamente para el grupo final.

La historia, como dijimos, es a grandes rasgos conocida, pero dentro de ella se encierra muchas otras historias, historias que conectan con otras aparentemente sin ninguna relación. Como la de Joe Gaetjens, el autor del gol que dio la victoria a Estados Unidos. Nacido en Haití de padre alemán, comerciante bien posicionado, comenzó a jugar al fútbol en su país natal, hasta que a fines de los 40 emigró hacia Estados Unidos para continuar sus estudios en la Universidad de Columbia. Allí se enrolaría en las filas del Brookhattan, club que poco más tarde se conocería, por iniciativa de su propietario, como Brookhattan-Galicia y después como Galicia S.C. Por su buen papel en el fútbol local, fue enrolado en el equipo estadounidense para el Mundial de 1950 (bastaba para ello la intención de conseguir la ciudadanía en el futuro), en el que, como hemos visto, alcanzó su momento de mayor gloria (pese a que las crónicas inglesas insisten en que su gol fue sobre todo cuestión de suerte).
Desgraciadamente, su vida se cruzaría con cuestiones más trágicas. Tras unos años en Francia, regresó a Haití para acabar su trayectoria deportiva y comenzar en los negocios. No a un Haití cualquiera: sino a un Haití gobernaddo por uno de los dictadores más sanquinarios que ha conocido América, François Duvalier. Gaetjens, personalmente, no estaba muy interesado en política, pero su familia sí se había destacado en el apoyo del rival de Duvalier, Déjoie. El ambiente cada vez se iba poniendo más pesado, en un contexto de feroz represión y pillaje de toda la riqueza del país por parte de Papa Doc, pero Gaetjens se sentía seguro por su carácter apolítico y su condición de héroe deportivo. El 8 de julio de 1964, horas después de que Duvalier se proclamara presidente vitalicio con poderes absolutos, la familia de Gaetjens escapó de Haití, pero Joe decidió permanecer en el país. Una decisión fatal: esa mañana, los Tonton Macoutes, la guardia del dictador, se lo llevaron para siempre. Su cuerpo, como el de muchos otros represaliados, nunca apareció; su leyenda, al menos, siempre recordará aquel gol contra Inglaterra.

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