domingo, 13 de septiembre de 2009

taaramae y sus límites


Este jueves, durante la lectura de la tesina de mi amiga Lucía (sobre la educación en el franquismo), uno de los miembros del tribunal contaba que cuando era pequeño en clase le explicaban la historia de personajes como Viriato o Agustina de Aragón, convertidos en símbolos de una idea de España. El tipo se preguntaba quiénes serían ahora, que en ningún colegio se enseñan aquellas historias casi propagandísticas, los héroes de las nuevas generaciones. Yo, en bajito y medio de broma, dije que Cristiano Ronaldo.
Era broma, pero sólo hasta cierto punto. En esta época posheroica, de la caída de los grandes relatos y las grandes verdades, tanto religiosas como políticas, donde hasta Supermán estuvo a punto de morir, el deporte ha quedado como el refugio en el que todavía se pueden encontrar las grandes historias de superación, de encontrar el límite humano. Nos enchufamos a la tele o vamos al estadio para presenciar la última genialidad de Messi, el más allá de Usain Bolt o la precisión de Valentino Rossi, porque en ellos personificamos nuestros deseos y nuestras ambiciones.

Claro que, por suerte, el deporte no es sólo de esos extraterrestres, aunque sea a ellos a quienes acudamos siempre y quienes ocupen las portadas de la Gazzetta. Por debajo de estos mitos, hay toda una serie de deportistas que nos recuerdan que no dejamos de ser humanos, con nuestras limitaciones y nuestros errores. Por ejemplo, Rein Taaramae, campeón estonio de ciclismo, que en los últimos kilómetros de la novena etapa de la Vuelta contaba con una ventaja más que considerable para llevarse el triunfo. Claro que el pobre no contaba con las paredes casi verticales del Xorret del Catí y se quedó literalmente clavado. Las cámaras se centrarían luego en el pedalear alegre y rítmico de Valverde y compañía. Pero lo de ésos me parecía irreal, robótico... yo no podía dejar de identificarme con la agonía del estonio, con ese retorcerse sobre el sillín y esa posición acoplada y dolorosa sobre la bici.
No ganó, por supuesto. Ni siquiera acabó entre los diez primeros. Terminó el 111º (nada menos) cuando le quedaban pocos kilómetros para conseguir una gran victoria. Pero me sentí reflejado en él y nos recordó que cualquier persona tiene unos límites. Y eso es más importante, ¿no?

2 comentarios:

  1. A mí lo que me resulta impresionante es que comiences el artículo hablando de la tesina de Lucía para terminar filosofando sobre un ciclista estonio. Todavía no sé cómo lo haces, pero vas camino de convertirte en uno de mis héroes metaliterarios (?).
    El caso es que lo de Taaramae es de traca. Yo pensaba como tú, que se iría solito hasta la meta... y llegó el Xorret de Catí y le puso en su sitio, como a otros muchos. Lo cual me recuerda, además, que deberías cumplir tu promesa de subir tal puerto y contar cómo sobreviviste.

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  2. yo también pensaba que llegaba fácilmente... prometo ir al xatí cuando me compre mi nueva bici (puede que en navidad... si no hace mucho frío...)

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