lunes, 1 de junio de 2009

un ruso en rosa


En un Giro plagado de guiños al pasado (como no podía ser de otra forma, siendo el Giro del centenario) tenía que ganar alguien como Denis Menchov (Rabobank), el ruso que, por nacionalidad, recoge el testigo del inefable Eugeni Berzin y de Pavel Tonkov y que, por estilo, filosofía y residencia es el heredero (salvando las distancias) de Miguel Induráin, campeón en 1992 y 1993. Porque, al igual que el navarro, Menchov logró la ventaja decisiva en la crono (o "doble cronoescalada enlazada") de Cinque Terre, para después administrarla eficiente y pacientemente durante la montaña de la segunda parte de la carrera.
El ruso se convirtió en la sombra de su principal rival, Danilo di Luca, el abruzense que, por su agresiva forma de correr, fue el gran animador del Giro y el héroe local. Siempre a la rueda del ciclista de la Lpr, que debió consolarse con la maglia ciclamino de los puntos y que siempre anduvo en realidad con una desventaja de unos pocos segundos, Menchov fue mucho más permisivo en cuanto a que el resto del pelotón luchara por el tercer puesto y por las etapas. Una lucha en la que estuvo inmerso el español Carlos Sastre, que consiguió una bella etapa en el Vesubio, pero que nunca (salvo tras la etapa de Monte Petrano) estuvo cerca de ser una amenaza en la general (y menos tras su desfallecimiento en Blockhaus), acabando, de hecho, en un cuarto puesto tras Franco Pellizotti.
Ganó, pues, el rusonavarro Menchov, que recupera la tradición de campeones calculadores y parcos. Hasta cierto punto, claro: tras su último paso por meta, en la minicrono que terminó justo al lado del Coliseo, expulsó en un grito de furia toda la adrenalina que supuso su pequeña excursión por el pavimento romano y que casi (si hubiera sido algo más grave) le costó la carrera. Porque, por muy agudos que sean tus cálculos, nunca se pueden controlar los elementos.

PD: El Giro 2009 ha sido también el Giro de nuestro Pedro Horrillo, que, por suerte, vuelve hoy a Pamplona fuera de todo peligro.
PD2: Italia es Italia, para orgullo (o desgracia) de los italianos. El recorrido del Giro, espectacular para el espectador y sobre el papel, pareció chocar en ocasiones con la seguridad o la comodidad de los corredores y también se vio deslucido por cambios de última hora. El caso extremo del circuito urbano de Milán, los recortes en las etapas de Pinerolo y Blockhaus demuestran que ciertas cosas nunca cambian en Italia.

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