martes, 25 de noviembre de 2008

un día en la vida

Me he despertado a las nueve. Tras muchos años vuelvo a levantarme fácilmente, quizás, pienso, ahora vale más la pena que antes. Me he duchado y me he puesto una camiseta granate. He desayunado Chiquilín Ositos y no creo que me canse nunca. Bajé la basura y compré el periódico. España había ganado algo a tenis y en Venezuela se celebraron elecciones, pero no había ni rastro de Enric González.
En la facultad Aurelio me cuenta que ha vuelto de Córdoba y Fer que acaba de dejar el coche en el taller. Constanza y Alicia tienen un examen de francés. Se habla de cenas de Navidad y me dedico a revisar el diario La Voz y a leer un libro de un historiador rosarino. Alguien me felicita por la victoria del Elche. Me tomo un Aquarius mientras el resto bebe sus cotidianos cafés. Pienso que Rosario es una ciudad recomendable para volver. Estaría bien también regresar a Salzburgo.
Salgo a comer a un lugar del centro donde los platos tienen nombres de pilotos de F1. Pido algo con pollo y alcanzo a leer que Aranzubia paró un penalty a su ex equipo antes de que me sirvan la comida. El camarero es simpático y fantaseo que el mundo se ha perdido un gran extremo diestro conmigo. Cuando salgo del bar descubro que ha llegado el invierno y regreso a la facultad.
Sigo revisando el mismo diario y sus noticias del año 1985: Argentina y el peronismo estaban en crisis, decían, como si fuera una novedad. Cuando llega María nos pregunta cómo se pronuncia Syngman Rhee y comprobamos lo poco que sabemos sobre la guerra de Corea. Reflexiono sobre la especial belleza de Blackburn. José-Shane me explica qué significa el verbo to grab. A veces me quedo pensando en por qué no tengo el toque de Sneijder.
Salgo a las nueve y voy al gimnasio. Me enfundo la camiseta del Salzburg que me regaló Inoto. Estoy cuarenta minutos en la bici escuchando a Beatles y Queen mientras pienso en cosas inconexas. Creo que quiero volver a Liverpool o algo así, pero los pensamientos sobre una bici no son muy fiables. Me acoplo bien y pienso que tengo una buena técnica. Sería divertido correr la San Silvestre.
Vuelvo a casa y por el camino llamo a Manolo. Al parecer, una página de internet confirma que somos amigos. Abrazo la Telecaster y toco algún ejercicio. No más de diez minutos: ya es tarde, más de las once. Cocino algo de pasta. Mientras ceno leo en el As que el Villarreal B va bastante bien. En la tele pasan una mala serie adolescente. Pienso en lo mucho que echo de menos Preston, Lancashire.
Intento ver algún gol atrasado en internet e intento escribir algo en el blog. Ya es demasiado tarde para lo mucho que necesito dormir. Pego en un álbum el cromo de un tal Uche. Me acuesto y antes de quedar dormido siento que estoy preparado para subir el Tourmalet. Pero eso ocurre cada noche.

4 comentarios:

  1. Chimo, ¿para que duermes, si sueñas despierto?

    Por otro lado, deberias subir el tourmalet :-)

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  2. Estoy hartísima de dictadores con nombres raros. Cuando yo me haga del club, mi nombre lo podrán recordar en todo el mundo. La nueva "Caudilla"

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  3. Tengo que reconocer que tu eggem me he quedado un poco bable, y he pensado: macoques

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  4. Yo sé quién es ese anónimo y, visto lo visto, no deberíamos dejar que llegue al nivel de Caudilla. Por nuestro bien.
    Eso sí, cuidado con artículos como éste. Descentran de lo lindo.

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