rucci

Se cumplen hoy 35 años de la (violenta) muerte de José Ignacio Rucci, el secretario de la CGT (la mastodóntica y poderosa central sindical argentina) entre 1970 y 1973 asesinado (presuntamente) por Montoneros. Poco conocido fuera de Argentina, Rucci, con ese bigote que le daba una agresividad entrañable, sería uno de esos personajes grises e inclasificables que, como Joker o el coronel Kurtz, tanto nos seducen hoy: ambiguo, difícilmente clasificable en la izquierda o la derecha, ángel o demonio, líder sindical o burócrata vendepatria, traidor o mártir.
Un personaje de nuestro tiempo, que, sin embargo, sólo puede explicar en la compleja y, en muchos aspectos, tan diferente época en la que vivió. Esta historia podría comenzar, por ejemplo, en 1955, tras el golpe que derrocó al peronismo del poder. Irónicamente, las distintas estrategias para dejar en el olvido al peronismo (represiones, proscripciones, gobiernos más permisivos, dictaduras expeditivas,...) sólo consiguieron que este movimiento (o como se le quiera describir) creciera y creciera. Desde su exilio en Madrid, Perón fue hábil tejiendo alianzas que cubrían desde los poderosos sindicatos a los nuevos movimientos guerrilleros (principalmente Montoneros), pasando por clases medias y grupos casi fascistas. Llegó un momento, cuando por fin regresó la democracia en 1973, que el peronismo había crecido tanto que prácticamente había fagocitado todos los problemas de la sociedad: se había convertido en un microcosmos que reproducía (casi a tamaño real) los problemas de toda Argentina.
Y en ese momento, cuando ya no había un enemigo externo como la dictadura, el equilibrio imposible del justicialismo explotó (en una época donde las tensiones políticas estaban a flor de piel, donde consignas como La vida por Perón se gritaban literalmente) en un conflicto sumamente letal. En ese juego, Rucci, mano derecha de Perón en su proyecto del Pacto Social (un acuerdo a gran escala entre empresarios y sindicatos más o menos moderado), fue interpretado por ciertos sectores de izquierda como un burócrata que traicionaba los valores revolucionarios de las bases obreras, un motivo más que suficiente para su condena. Poco después de la elección de Perón por tercera vez, Rucci fue acribillado en un atentado que nunca ha sido reivindicado por Montoneros.
No, por supuesto, fue el único muerto en la carnicería en la que se convertiría Argentina en esos años. Tampoco encarnó ni el más bueno ni el mayor malvado de esta película. Rucci, con todas sus taras y miserias, quizás fue simplemente un personaje ambiguo, demasiado complejo o demasiado en tierra de nadie, en una época trágica que no admitía grises.