martes, 22 de julio de 2008

el gen alfa del peronismo

Cuando, tras su entrecortado y deambulante discurso, el vicepresidente Cobos lanzó el ya mítico y sorprendente Mi voto no es positivo, se terminaba (en apariencia) el largo pulso que venía desarrollándose entre el campo y el gobierno argentino desde marzo. Se paraba así, tras esta derrota en el Senado (la primera derrota política del kirchnerismo desde 2003), el proyecto de retenciones móviles a las exportaciones que capitaneaba (y vehementemente) la presidenta Fernández.
No entiendo mucho ni economía, ni de políticas públicas, ni siquiera de justicia social, así que no soy el más indicado para discutir el fondo de la propuesta del gobierno Fernández. Básicamente, la cosa pasaba por un impuesto móvil a las exportaciones de grano, que subiría o bajaría en paralelo con el precio internacional (lo que, en la práctica, iba a consistituir una retención del 44% de los ingresos de la soja). Depende de qué fuente usemos, estaremos ante una buena medida para la redistribución de la riqueza en un país amenazado por el déficit fiscal y la deuda externa o, todo lo contrario, en una intromisión inaudita del gobierno, que va a matar el tren de la economía argentina para satisfacer extraños vínculos y llenar sospechosas maletas.
El significado del fondo dependerá pues del color (político) con el que se mire; pero la forma en la que se ha manejado el conflicto sí que ofrece algunas lecciones sobre lo que ese enigma que supone el peronismo. El peronismo ha sido etiquetado de muchas (y diversas formas), de populista a democrático, de fascista a socialista, de nacionalista a neoliberal... y lo más sorprendente es que todas esconden una pequeña parte de razón.
Pero quizá el verdadero hilo que ha unido la historia del justicialismo a lo largo de sus más de sesenta años es esa voluntad de conseguir el liderazgo y la hegemonía política, ese gen alfa de macho dominante por el que siempre desafía a cualquiera que le dispute un territorio que entiende como propio. A veces se manifiesta por las malas (como con el Perón de los primeros 50), otras por las buenas (como cuando pactó con la UCR en los 70) y en otras sólo le queda aprovecharse del suicidio de sus oponentes (2001).
Esa agresividad justicialista, que por mucho que cambie la faz del partido parece inserta en su código, se ha hecho presente en el pulso con el campo y ha sido, en su forma, la nota característica. Dejando a un lado las posibles bondades de las retenciones, Cristina lo planteó como un todo o nada, como un juego de suma cero chocantemente combativo visto desde fuera y posiblemente esa violencia discursiva fue la que desencadenó que el arco opositor fuera tan grande.
Más allá de esa nueva manifestación del gen alfa peronista, lo verdaderamente importante para el futuro de Argentina es que tanto gobierno como grupos opositores hayan entendido la importancia del diálogo y la cooperación. En ese sentido, más allá de la tensión de estos 130 días, que el proyecto haya pasado por el Legislativo es una excelente noticia.

3 comentarios:

  1. No te escudes, Chimo, la culpa de todo la tiene Zapatero, aunque estés hablando de Argentina. O del presidente Aurelio, como núcleo duro opositor que eres.
    (Ahora bien, si me preguntas por Argentina, te diré que es un país grande y bonito, lleno de psicólogos en respuesta a la demanda popular -o viceversa- y que vota compulsivamente a todo lo que suene a populismo, o así al menos me lo parece, aunque no sea el más indicado para hablar. Ah, y al que ayer ganamos 90-88, ele ahí).

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  2. aurelio dimisión! ¿qué ha hecho en los meses que lleva en el cargo? ni siquiera ha podido garantizar una partida al fifa por semana

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  3. Me ha sacado una sonrisa el análisis genético del peronismo, una de esas sonrisas que ocultan un poco de envidia (¿cómo no se me ocurrió a mi?). Sobre todo hoy que asistí al adelanto de las concluciones de una investigación realizada por iniciativa del partido peronista. La investigación se llama "El umbral" y una de las dimensiones trabajadas es la de pensar "qué país queremos" y para ellos se hicieron algunos trabajos de investigación menores incluídos en el trabajo marco.

    Un eje de esa dimensión hace hincapié en la necesidad de fortalecer "la familia" como unidad de la "comunidad organizada", y una familia "nacional", con sentimiento patriótico en el sentido Sanmartiniano, de "la patria grande" latinoamericana. El argumento de peso que sostenía el porqué hay que abandonar una mirada eurocentrista es que "según un estudio realizado en el conurbano bonaerense, la sangre de los que allí vivimos tiene un 30% de sangre de los pueblos originarios".

    Volver de escuchar semejante cosa y leer su post, como imagina, me saca una sonrisa. De esas.

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