here we go again

Tras tres semanas en tierras ecuatorianas, regreso una vez más al país máximo productor de horchata (de chufa) del mundo. El viaje en sí ha sido estupendo: por cortesía de LAN he viajado tanto en la ida como en la vuelta en primera clase, sin que todavía me explique por qué (supongo que habría over-booking o quizás querían ganarse mi simpatía para pedirme algún favor).
Y mi vida en Ecuador ha sido ante todo cotidiana y tranquila (igual que siempre, he estado leyendo cosas sobre Argentina y yendo al gimnasio), lejos del ajetreo de la ansiedad del turista. En realidad, sólo he conocido Guayaquil (la ciudad de la que salía el avión), Azogues, Cuenca y sus alrededores (es decir, la zona sur de la región andina del país), pero no por ello ha sido menos emocionante: he comido cuy (ese inocente animalito al que se empeñan en cocinar asado) y sushi (una comida típicamente latinoamericana), he hecho spinning a 2500 metros de altura ( me acordé del presidente de la FIFA y su opinión al respecto), he asistido a las galas de presentación del Deportivo Azogues y del Deportivo Cuenca (vienen a ser lo mismo que las españolas, con actuaciones, fuegos artificiales y fútbol justito), he vuelto al dentista tras más de un lustro y he elevado una propuesta al presidente de la república para poner calefacción en las lagunas del parque nacional del Cajas para que las truchas no pasen frío (todavía pendiente de respuesta).
Eso sí, acabé un poco harto de que me pregunten qué me parecía la inmigración ecuatoriana en España. Está claro que muy bien... aunque el recuerdo de Kaviedes no es el mejor...