cómo ganar una copa (nissan) sudamericana

Cuenta una leyenda urbana que durante la dictadura brasileña (1964-1985) los generales cambiaban cada año el sistema de la liga para que la gente estuviera entretenida y no protestara. Hoy la democracia (o algo similar) lleva como dos décadas instalada en América Latina pero ciertas competiciones futbolísticas siguen sin tener por dónde pillarlas: una de ellas, por ejemplo, es la Copa Sudamericana, cuya última final (se disputa a ida y vuelta) se disputa esta madrugada.
Si la Copa de la Uefa (su más parecido referente en Europa) tiene un mecanismo ininteligible para los no entendidos, el de la Sudamericana posiblemente lo supera. En ella participan 34 equipos (de las asociaciones de la Conmebol más tres invitados de la Concacaf), que disputan el torneo tras seis eliminatorias directas a doble partido (incluida la final). Hasta ahí (dejando a un lado cláusulas como que el último partido debe ser jugado en suelo sudamericano y que no pueden llegar a la final dos equipos del mismo país), lo de siempre. Lo más difícil es entender cómo acceden los clubes a esta copa.
Para empezar, dependiendo de su potencial, no todos los países tienen las mismas plazas. Brasil, por molar tanto, tiene hasta ocho; Argentina cuenta con seis; el resto de países sudamericanos, dos y la Concacaf tiene derecho a tres participantes (aparte, se debe contar al campeón de la edición pasada). Y explicar qué clubes acceden de cada país es realmente complicado.
De Argentina, por ejemplo, acuden Boca y River como invitados (caso único) más los que ocuparon los puestos del segundo al quinto de la clasificación acumulada en el año (recordemos que hay dos torneos por temporada). En Brasil la cosa es más sencilla en teoría: se clasifican los equipos del quinto al undécimo puesto de la liga. Ecuador tampoco es muy complejo, ya que la disputan los campeones de la primera etapa (apertura) y la segunda (clausura). Tampoco Colombia, donde pasan el segundo y el tercero del hipotético torneo acumulado.
En Paraguay, por ejemplo, aparte del campeón del año, también acude el ganador de una liguilla previa. El representante de Estados Unidos ha accedido en condición de semifinalista de la Copa de Campeones de Concacaf, mientras que el Guadalajara de México lo ha hecho como subcampeón de esa competición. De Bolivia ha acudido el campeón y subcampeón del clausura, mientras que Perú, Venezuela y Uruguay tienen sistemas normalitos (dependen de la puntaje acumulado en sus torneos). Y en Chile ya se pasan: se clasifican los cuatro primeros del Apertura (que se juega con un sistema diferente del Clausura) para una eliminatoria previa que enfrenta al primero con el cuarto y al segundo con el tercero (y así se clasifican dos).
Tras todo este embrollo (que se ha simplificado) viene una primera fase que incluye a todos los equipos excepto a los argentinos y brasileños, que se incorporan en dieciseisavos. Y así, con eliminatorias directas a doble partido, hasta llegar a una finalísima en la que tengo el corazón dividido: América es el equipo mexicano más fresa (pijo) y eso tira mucho, mientras que Arsenal es argentino, pequeño y tiene ese punto de maldad de pertenecer a la familia Grondona. El que gane, que reflexione para saber cómo ha llegado hasta allí.