lunes, 1 de octubre de 2007

homenaje a freire


Ayer Óscar Freire no ganó el Mundial de ciclismo (fondo en carretera) que se disputó en Stuttgart. El español, uno de los favoritos, acabó en zona de nadie (decimocuarto) en una carrera que volvió a ganar el mítico Bettini (del que mañana hablaré). Y a pesar de todo, a pesar de la decepción, Freire sigue siendo grande, enormemente más grande que la poca fama y la poca visibilidad que tiene en su país.
Estamos hablando de un tipo que ha ganado varias etapas de la Vuelta y del Tour, que ha vencido en monumentos como la Milán-San Remo y que, ante todo, ha conseguido tres mundiales (1999, 2001 y 2004), una hazaña que sólo han logrado cuatro personas en la historia.
Sin embargo, la presencia mediática de Óscar tiende a ser nula: ni hace anuncios de natillas, ni sale por la tele en anodinas tertulias deportivas, ni aparece en los diarios salvo en fechas muy señaladas. Freire no es un tipo feo ni es un tipo tonto, así que sorprende esa invisibilidad.
Que esto se de puede deberse a muchas cosas: en primer lugar, que el ciclismo no vive sus mejores días y que, tal como se han manejado las cosas, los ciclistas aparecen hoy, todos ellos, casi como sospechosos firmes de delitos de lesa humanidad. Sin embargo, siendo un factor capital, quizás, por su actualidad, no explica por qué Freire tampoco levantaba pasiones años atrás, cuando en las páginas de ciclismo sólo se hablaba de temas deportivos.
Hay también un factor cultural: en España ciclismo es sinónimo de puertos y escapadas gloriosas en etapas de montaña y a generales en las grandes vueltas. Olano, el Chava o Valverde sin tener un palmarés tan grande han sido mucho más populares quizás por esa razón: porque la especialidad de Freire (la clásicas de un día y el sprint, a diferencia de lo que pueda ocurrir en Bélgica o Francia, aquí está incomprendida y poco valorada.
También la cosa pasa bastante por la intermitencia del corredor, a quienes lesiones de rodilla y temidos forúnculos le han dejado parado en varias importantes competiciones. Freire es en ese sentido un campeón atípico, despistado, intuitivo, en absoluto metódico. Invisible hasta que llega el momento decisivo, en el que no suele fallar.
Ayer no ganó, ayer falló por falta de fuerzas o porque la estrategia española no estuvo muy acertada. Pero habrá que disfrutar lo que nos queda de él, porque me temo que tardarán muchos años hasta que volvamos a encontrar a alguien como Óscar.

PD: Sobre el partido al que fui ayer, me remito a la crónica del Diario de Burgos: "Fue un empate a nada y los 90 minutos de partido únicamente dieron para hablar de cuatro ocasiones de gol, dos para cada equipo. Faltó tensión, control del juego, brillantez para llegar al área rival y en el remate y, en definitiva, calidad". Eso sí, me lo pasé muy bien. En los próximos días inauguraré una sección sobre viajes y fútbol y ya habrá una crónica más detallada sobre esta excursión a Burgos.

2 comentarios:

  1. Valga el homenaje a un verdadero deportista de perfil bajo.

    Saludos de Buenos Aires!!!

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  2. Qué grande es Freire y lo que lo echaremos de menos cuando se retire.
    Mientras tanto, disfrutemos del único velocista español que mis ojos han visto.

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