lunes, 16 de julio de 2007

(casi) solo en el obelisco


Un tópico para comenzar: "la victoria tiene muchos padres, la derrota sólo uno" (o algo similar). Quizás por eso, hace unos minutos, al poco de acabar la final de la Copa América había tan poca gente en el Obelisco. Este monumento que aparece en todas las postales es para los porteños futboleros lo que la Cibeles a los madridistas: el punto de encuentro de las celebraciones.
No sé si ha sido casualidad o fruto de un maquiavélico plan, pero el caso es que he llegado a Buenos Aires justo el día de la final. Así que, tras un poco de descanso y de reclamaciones por las maletas, me acerqué por la Avenida 9 de julio y busqué un bar en el que ver el partido. La verdad es que me hacía ilusión ver a unos cuantos cientos de argentinos festejar un triunfo y por eso anduve cerca del punto neurálgico de la alegría futbolera porteña.
Pero, al final, sin embargo, ha habido poco que celebrar: Brasil ha ganado 3-0 y de la albiceleste poco se ha sabido, siempre ofuscada y trabada ante el muro amarillo. Quizás el resultado engañe: Argentina ha dominado con mucho la posesión. Brasil, en cambio, ha sabido machacar en los momentos precisos y al final es lo que cuenta.
Si el equipo que ha resultado ser campeón no fuera Brasil, de verdad estaría entusiasmado con su juego: ha sabido cerrarse sin muchos sufrimientos ante un equipo que había realizado partidos exquisitos, ha borrado completamente a sus estrellas (por poco no me entero de que jugaba Riquelme) y ha matado el partido a contragolpes. Y, sobre todo, ha tenido a un enorme Dani Alves, a quien le da igual volar por su banda en julio, en octubre o en abril (y felicidades a Vagner Love por su asistencia). El problema es que a Brasil siempre se le pide algo así como un certificado de excelencia en su juego: es el peso de su leyenda. A fin de cuentas, un título es un título, pero quién sabe si la historia no recuerda con mejores ojos al Brasil de 1982 que al campeón de 1994.
Victoria de Brasil y yo que regreso a las cercanías del Obelisco cansado y melancólico. Por suerte no estoy solo: unos cincuenta locos están allí celebrando no se sabe muy bien qué. Quizás sea la grandeza de la albiceleste.
Y, para terminar, otro tópico (bueno, una cita creo que de Talleyrand): "con las bayonetas se puede hacer todo, menos sentarse en ellas". Con el Obelisco tampoco... aunque hay gente muy rara.

2 comentarios:

  1. Chaval:
    Que tengas una estancia placentera en tu Buenos Aires querido. ¿Está de más decirte que tengo envidia de la buena, porque tú estás allá por segunda vez y yo nunca he ido?
    En cuanto tengas tiempo, léete mi blog, que el fin de semana pasado te dediqué una entrada.
    No olvides mostrar fotos.
    M A N U E L

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  2. ché, pelotudo, tenés que venir, que está re-lindo. creo que mañana tendré internet en mi"departamento" y ya me pasaré con más tranquilidad por la blogosfera en su conjunto.

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