Ya he vuelto de Santander (justo a tiempo para el fútbol con fatatas) y la verdad es que ha valido la pena: una ciudad bien linda (por usar un término argentino) y más calor que en Salamanca. La excusa oficial era presentar la ponencia de la Gaby en el XII Encuentro de Latinoamericanistas Españoles (el XI Encuentro contó con una aportación mía sobre el exilio argentino, más desastrosa que el Inter de Milán en su conjunto). El congreso estuvo realmente bien (y además se realizaba en el Palacio de la Magdalena, que siempre da caché) y me encontré con antiguos compañeros de másteres pretéritos. Y, por supuesto, mi lectura de la conferencia fue spettacolare.
Pero bueno, aparte de estas cosas, había cuestiones mucho más importantes que tratar en Santander: la principal, por supuesto, visitar El Sardinero (el estadio, no la playa). Y en esto tuve suerte: me acerqué tímidamente a una puerta abierta, pregunté si se podía visitar el estadio e increíblemente contestaron ¡que sí!. Como agradecimiento a los amigos del Racing, me compré la camiseta (en realidad me la iba a comprar igual), aportando el primer paso para hacer rentable su desértica tienda oficial.
En resumen, una experiencia que ha estado bien (incluso nos llevaron a Santillana del Mar y todo) y he cumplido el sueño de mi vida de conocer Torrelavega.
PD1: ¿Por qué en Santander se vende cebos vivos en una máquina expendedora, como si fueran Coca-Cola o un simple Nestea? ¿Qué calidad de vida tienen los gusanos que viven ahí?
PD2: ¿Por qué no se ha mencionado en esta entrada ni una sola vez que durante mi estancia en Santander se jugaban partidos oficiales de la Copa Davis?
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