lunes, 29 de noviembre de 2010

la conexión veronesa

Artículo publicado en Café fútbol


Aparecían ayer en El País, en un artículo firmado por Amaya Iríbar y Carlos Arribas, declaraciones de Serafín Castro, comisario jefe de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta, en las que parecía confirmar, sin dudas, que el Hércules (nunca mencionado) había pagado a jugadores de equipos contrarios (concretamente, cierto portero del Córdoba) para que no pusieran excesivo énfasis en su trabajo: "La temporada pasada -decía Serafín-, un equipo de Segunda ofreció 300.000 euros a otro para que se dejara ganar. Los jugadores los rechazaron, pero luego el fraude le salió incluso más barato: le bastó con pagar 100.000 al portero".
El artículo viene a cuento de la reforma del código penal prevista para dentro de un mes, en la que se sancionará como delito la compra de partidos y el fraude deportivo. Más allá de lo sorprendente que resulta que estas declaraciones no hayan sacudido el panorama deportivo (desde lo penal ya poco se puede hacer, ya que las escuchas del caso Brugal no pueden utilizarse como pruebas para este asunto), el artículo subraya las dificultades que habrá a la hora de aplicar la ley: a fin de cuentas, contamos con una larga y venerable tradición en el arte de hecha la ley, hecha la trampa. También en Italia, por ejemplo, saben mucho de cómo hilar fino y explorar hasta las últimas consecuencias los vacíos legales, como ha demostrado una historia que se reabrió recientemente.

En junio de 2001, en la penúltima jornada de la temporada se enfrentaron Parma contra Verona. La victoria del Hellas por 1-2 aupó a este equipo por encima del Nápoles, que finalmente descendería. Hasta ahí nada sospechoso, si no fuera porque, como denunció el entonces presidente napolitano Giorgio Corbelli (un hombre que parece sacado de un cómic de Tintín), Calisto Tanzi, máximo dirigente del Parma, controlaba también al Verona. Por supuesto, no de manera directa, algo totalmente prohibido por el estuto de la Figc y la Lega Calcio, sino a través de su hombre de confianza, Giambattiste Pastorello. En uno de los laberintos financieros a los que Tanzi era tan aficionado, el dinero de la Parmalat iba a parar a P&P Sport Invest, empresa fantasma de Pastorello desde la cual se adquirió el Verona.
El partido en cuestión, disputado en casa de los Tanzi, se abrió con un inocente penalti a favor del Verona cometido por Benarrivo, que curiosamente era representado por Federico Pastorello, hijo de Giambattista. Tras el empate parmesano, a falta de tres minutos para el final Cossato fijó el 1-2 y la salvación para el Verona. Las sospechas no se basaban únicamente en ese partido: como señala La Gazzetta dello Sport, Malesani, Prandelli, Mutu, Gilardino, Paolo Cannavaro, Adailton, Bonazzoli, Apolloni, Guardalben y Falsini hicieron el viaje entre la ciudad ducal y la de Julieta (o viceversa) entre 1998 y 2004. Demasiados contactos (más en la época de oro de las plusvalías y el maquillaje fiscal) como para ser simplemente casual.

Ninguno de los protagonistas de ese partido acabó especialmente bien. El Nápoles descendió a la B, Corbelli se marchó un año más tarde, abrumado por las deudas y el club desapareció como tal en 2004 (para reaparecer inmediatamente en C1). La Parmalat de Tanzi, empresario de reconocido prestigio hasta entonces, colapsó en diciembre de 2003, en una de las bancarrotas más grandes de la historia de Europa. El Verona, por su parte, pena en la Prima Divisione (actual eufemismo para decir tercera división). Al menos, el tiempo y la invstigación judicial han dado la razón a Corbelli.

En la foto, Berlusconi y Tanzi, dos figuras clave de la historia reciente italiana.

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