un día de champions

Partidos de fútbol he visto muchos, de Berlín a Azogues y de Liverpool a Buenos Aires. Pero partidos verdaderamente importantes, que además tengan la etiqueta de clásicos, ninguno... exceptuando los varios Santa Pola-Elche. Este martes se jugaba el Real Madrid-Milan, el encuentro entre los encuentros cuando yo era pequeño, el partido que más copas de Europa puede reunir y nada más y nada menos que Bonera (?), Lass, Antonini (?) y Gattuso sobre el terreno de juego. Así que, armados de ilusión y de un presupuesto acotado, partimos Aurelio y yo hacia la capital para disfrutar del partido desde el cuarto anfiteatro.

Tras una sana comida rica en hidratos, después de sacar la entrada en un anónimo cajero y de tramitar Aurelio sus deberes maritales; poco antes del inicio del encuentro y a escasos metros del Bernabéu, cumplimos con uno de los objetivos/sueños paralelos de este pequeño viaje: conocer a los amigos/redactores de Diarios de fútbol. Como estrellas de rock saliendo de la boca del metro, fueron apareciendo mitos del bloguerismo deportivo como Borja (sin "la" parka), Sergio (gurú musical co-autor de la lista Spotify "Esta noche manda mi polla"), Ramón (de quien me habían dicho -y pude corroborar- que era una verdadera enciclopedia de Real Madrid) y Miguel. Cabe decir que mis inicios con la persona detrás de La libreta de Van Gaal no fueron fáciles: ataviado yo con la camiseta del Stuttgart (siguiente rival del Getafe), manifesté mi poca atracción por el equipo azulón, del que Miguel había sido abonado durante cuatro años.
Pero no había tiempo para relaciones sociales: el partido empezaba y había que cantar el himno de la Champions. Sobre el partido en sí, bastante entretenido y con un ambiente que no he visto muchas otras ocasiones, no hay mucho más que contar, más allá de la contundencia que demostró el Madrid. En lo personal, me quedo con: haber visto jugar a Gattuso, despedir a Ronaldinho de pie y con aplausos (quizás con varios años de retraso por mi parte), mi declaración de amor por Higuaín, la megafonía preguntando por un tal señor Ford, los insultos a Robinho (excesivos), la alegría de ver salir a Lass y (sobre todo) a Kevin-Prince Boateng (el Boateng malvado) y el agua que me costó más de 2 euros y que saboreé hasta la última gota.

Tras el vibrante partido, Aurelio y yo nos volvimos a reunir con los amigos dedefistas para compartir una agradable charla post-partido en una terraza cercana al Bernanéu. Según Aurelio, aquello tenía tanto nivel de erudción que parecía un congreso académico sobre balompié. Pero el verdadero notición es que de seis personas, cuatro tomamos Bitter-Kas, lo que estuvo a punto de provocarme lágrimas de felicidad.
La velada acabó (ya sin Aurelio, que temía represalias femeninas) entre bocadillos de lomo y bares en los que se escuchaba a Creedence Clearwater Revival, charlando amigablemente con Miguel (muy lejos de su imagen de ladrilloresentido y nada rencoroso sobre mis opiniones getafistas) sobre los gazapos del señor Sauca, sobre los próximos proyectos cinematográficos de Sergio o sobre interesantes estudios comparativos de Ramón entre el fútbol español y el argentino. En conclusión, no sólo nos han enseñado muchas cosas sobre fútbol (aparte de ser la cantera de nuevos blogs, como el propio Café), sino que encima, son buenas personas.

Y mi noche terminó recorriendo en taxi una enorme ciudad medio dormida, como tantas otras en Buenos Aires. No está mal para Madrid.