salir de noche

Agosto en Elche. Calor infernal que se vuelve todavía más agobiante por la humedad de estar tan cerca del mar. Mal asunto eso de salir con la bici bajo un sol que hasta vuelve pegajoso el asfalto. Así que, si el sol te impide dar pedales, habrá que esperarse a que éste se vaya.

Nunca había salido de noche en bici... y nunca lo habría hecho si no me hubieran convencido unos nuevos buenos amigos que impulsaron la idea. Puede parecer peligroso, pero no lo es tanto si vas por caminos por donde apenas pasa nadie y si vas bien iluminado (y también está la fuerza de la manada -éramos casi 20-, que siempre ahuyenta a los que intentan adelantarte a lo loco). Y si hay algún peligro queda totalmente descompensado por la experiencia de tener que guiarte por la luz de la luna llena, por el silencio de la noche sólo interrumpido por el ruido de las cadenas y los cambios (y por disparos cada vez que pasábamos por un viñedo) o por disfrutar simplemente de un poco de frescor en pleno agosto.

La ruta consistió en llegar hasta la ermita de San Pascual, al lado de Orito (unos 40 kilómetros ida y vuelta), atravesando la (pequeña) sierra de Elche. Para llegar a la Cueva hay que escalar primero un muro de poco más de 500 metros, pero con una rampa de bienvenida que tiene que superar, seguro, el 15% de desnivel. Con la subida iluminada en medio de la oscuridad del valle del Vinalopó a un lado y de la costa en el otro, uno parece estar levitando hasta la gloria final después del sufrimiento (si al final todo tiene hasta un sentido religioso) o hasta el coche de una pareja que tuvo que interrumpir sus tejemanejes ante la llegada del pelotón (pobre chaval... el plan infalible de llevar a la novia a un lugar apartado y romántico, en la noche de un día entresemana, acabó en epic fail). Y, a la vuelta, más luz de luna y más pedalear como si fuese la primera vez: porque esa noche, más que nunca, uno no podía saber qué habría tras la siguiente curva.

PD: Éste, Sulfamantis, es el blog oficial (?) de estos amiguicos ciclistas.