domingo, 28 de marzo de 2010

(pequeñas) reflexiones sobre el 24 de marzo


Desde 2006, el 24 de marzo, día del aniversario del golpe que inició la dictadura más sangrienta que vivió el país, es feriado (decir festivo no sería muy apropiado) en Argentina. La idea de reservar un día al año para recordar y reflexionar lo que pasó en aquella funesta jornada de 1976, en el que toda la sociedad, y no sólo los militares, tuvo, por mínima que fuera, una responsabilidad, me parece apropiada, más allá de que quizás fuera más agradable celebrar la salida de los militares del gobierno. No sé si los Kirchner adoptaron esta política de acercamiento al tema de los derechos humanos y de la memoria con sinceridad o, como afirman sus críticos, con cínico oportunismo. En este caso, valdría lo que siempre se dice de los justicialistas: "roban, pero hacen". El problema mayor es, sin embargo, cómo rellenar de sentido ese día feriado de reflexión, más en un país en el que las memorias sobre ese pasado son tan diversas y más en un momento de gran polarización política.
El 24 estuve en la Plaza de Mayo, final de la marcha de repudio al golpe. Era impresionante (de verdad) la gente que se reunió allí. Clarín, medio no demasiado interesado en hinchar cifras, habla de 40.000 personas, no sé si fueron muchas más o muchas menos, pero era ciertamente emocionante ser parte de ese colectivo reunido para gritarle un Nunca más a aquel horror.
Dicho esto, hubo cosas que no me gustaron. En primer lugar, la politización de un acto que, desde mi punto de vista, debería ser lo más neutro y abarcante posible. Por momentos, parecía más una concentración en favor del gobierno, contra la oposición y contra ciertos medios no muy favorables a los Kirchner. Lo mismo vale para la izquierda no-K, más preocupada en cantar contra Cristina que en el recuerdo del 24 de marzo.
No me gusta tampoco el desliz que ha seguido la memoria de los turbulentos años 70 argentinos, que ha pasado de una memoria de víctimas, blanca, anónima, a una memoria reivindicadora en la que esas víctimas se transforman en militantes y en héroes cuyas luchas siguen válidas hoy en día (el afiche de la imagen puede ser una muestra). Cada uno, personalmente, puede pensar y evocar como quiera, y, comenzando por su compromiso, reconozco muchos aspectos de aquellos militantes, pero convertir esta memoria militante en la memoria oficial me resulta peligroso y tan distorsionador como el discurso basado en los dos demonios. Primero porque no todas las víctimas de la dictadura eran militantes (y ni mucho menos guerrilleros). Segundo, porque, incluso si así lo fuera, no todos defendían el mismo proyecto político. Y tercero, porque su condición de víctimas no daría ni mayor legitimidad ni mayor derecho para aplicar dicho proyecto.

Hubo algo que también me dejó (y me deja) pensando. Desde el escenario, una mujer, una de las Abuelas, si no me equivoco, recitaba las consignas del acto. Una de ellas decía Ni olvido, ni perdón, ni reconciliación. Sé que las palabras nunca son inocentes y que en cada contexto tienen una carga semántica especial y distinta. Sé que en Argentina, esa reconciliación supone el pasar página como si nada hubiera ocurrido y sé que la admisión de la culpa por los culpables, paso previo a cualquier perdón, posiblemente (es casi seguro) nunca se dará. Pero negar, de entrada, la posibilidad de una reconciliación era algo a lo que mi mente le costaba digerir. Igual, tampoco puedo dar lecciones de moral en ese sentido. Sólo soy (por suerte) un observador lejano de una historia de terror que comenzó aquella madrugada del 24 de marzo.

PD1: Haciendo la comparación, ¿cómo sería un 18 de julio festivo en España? (y no me refiero festivo en plan Día del Movimiento, como se hacía en tiempos en los que el Madrid reinaba en Europa).

3 comentarios:

  1. Esta clarérrimo! si el 18 de julio fuese festivo saldríamos el 17 por la noche hasta que cierren y dormiríamos en la playa.

    Como si en España importara el por qué un día es festivo

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  2. Estoy de acuerdo en lo que comentas acerca de la politización de actos como éste. Cierto es que hay muchas familias rotas, muchos desaparecidos, mucho dolor, pero ello no debe convertirse en una razón para la venganza.
    La reconciliación sí es posible, del mismo modo que sería posible en España. El problema es que hay sectores (en ambos bandos) empeñados en no permitir dicha reconciliación porque saben que perderían un arma electoral.

    PD: si aquí fuese festivo el 18-J no habría reflexión, sino retenciones en las principales vías de salida de Madrid.

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  3. Bueno, no sé si en Argentina el tema de los derechos humanos puede ser un arma electoral, aunque ya van saliendo candidatos para 2011 diciendo que hay que terminar con lo de los juicios (Duhalde, por ejemplo).
    Sí que es cierto que hay una especie de apropiación de la causa por los Kirchner y afines. Es significativo que no había en la marcha representación de partidos como la UCR, en la que tengo amigos muy comprometidos con la causa de DDHH.

    Y bueno, hacemos bien en celebrar las fiestas... hasta San Raimundo de Peñafort (?)

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