miércoles, 6 de enero de 2010

una goleada inesperada


El fútbol nunca se cansa de dejarnos perplejos, incluso cuando se dan resultados tan contundentes como un 2-5, como el que se dio entre Elche y Las Palmas este domingo. Si uno, al acabar el partido, hubiera visto el resultado sin mayor información pensaría en un baño de los canarios (y de hecho lo fue), pero los que tuvimos la ¿suerte? de presenciar el encuentro (al menos no hacía mucho frío) salimos del estadio (algunos bastante antes de la hora) con una sensación de no entender nada.
Porque lo que se vio, ante todo, fue a dos equipos bastante mediocres, uno de los cuales aprovechó un bajón suicida del otro para conseguir una goleada que nadie pensaba ni posible ni probable en el descanso.
Durante el primer tiempo se vio a un Elche decente, que se adelantó rápidamente en el marcador gracias a Crespí. Se esperaba así una tarde tranquila, lejos de cualquier hecatombe, porque los franjiverdes combinaban y presionaban (y tuvieron un segundo clarísimo que Trejo mandó al fondo) y porque los de Las Palmas parecían demasiado inocentes como para inquietar a Caballero y compañía. El gol del empate, pasada la media hora, con rebote incluido, se atribuyó más a la mala suerte que al mal juego local, por mucho que en esa jugada el balón hubiera rondado varias veces la portería ilicitana sin que los defensas despejaran el problema. Poco antes del descanso, Trejo culminaba una preciosa jugada poniendo el 2-1 y todos pensábamos que se había restituido el orden natural de las cosas.
Nada que ver, claro. Sabe Dios qué pasaría en los vestuarios, si los jugadores fueron narcotizados, hipnotizados o si se pasaron a la filosofía de paz y amor con el rival; pero lo cierto es que ya no hubo más defensa del Elche en la segunda mitad. En los primeros nueve minutos cada ocasión de Las Palmas acabaría en gol, hasta tres veces, ante la total pasividad ilicitana. Y por si quedaba alguna duda, en el 67 Saúl certificaba el 2-5 definitivo.
Uno intentaba analizar, pero no salían las cuentas. Los canarios eran rematadamente malos, no habían dominado la posesión, ni ofrecían un juego maravilloso. Era un partido para empate o incluso para una derrota mínima, pero no para una goleada; pero el juego defensivo del Elche en la segunda mitad, directamente, no fue digno de su categoría y así llegaron los goles casi sin esfuerzo para Rondón y sus compañeros, que tuvieron una eficacia y un pragmatismo dignos de reseñar.

Son tres puntos, claro, pero la imagen ofrecida, de desgana y sin tensión, es realmente preocupante y más cuando el mismo equipo, hace apenas un mes, soñaba con luchar por el ascenso. Si destacó un nombre fue el de Carleto, lateral izquierdo cedido por el Valencia, que regresaba a la titularidad tras un par de meses y tras cierto debate navideño sobre si debía abandonar el club en el mercado invernal. Tras su partido (cierto que a la altura del resto) parece que el debate está un poco más resuelto. Otro nombre es Bordalás, el entrenador, que llegó con una racha increíble de resultados válidos y que ahora acumula una racha semejante a la que le costó el puesto a su predecesor (uno no quiere pensar mal, pero es divertido ver cómo los malos resultados se dan justo desde que se firmó la renovación del técnico por dos temporadas más). En fin, la solución debe ser cambiar al entrenador cada seis o siete jornadas. Será caro, pero en Elche es efectivo.


PD: Por el bien del Elche, éste fue (posible y desgraciadamente) mi último partido de la temporada en el Martínez Valero (¡espero no perderme un ascenso!)

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