martes, 2 de diciembre de 2008

la fe

Afirman, con bastante fundamento, que Dios murió hacia el siglo XIX; lo cual, al no poder ser falsable (como tampoco su hipotética existencia), no tiene mucho interés en el día a día. Quizás no haya Dios, pero lo que sí ha seguido habiendo durante todos estos años es la necesidad humana en la fe, en la necesidad de creer en algo más allá de una realidad no del todo perfecta.
Los ilustrados del siglo XVIII, que poco a poco desplazaban a las divinidades por algo más concreto como la ciencia, mantenían una fe ciega en la idea del progreso continuo. La barbaridad del fascismo trastocó bastante el planteamiento, pero luego las cosas funcionaron tan apañadamente en el sector occidental del planeta, que todavía hoy se encuentra esa idea de un futuro necesariamente mejor en mucha gente. También los comunistas y la gran familia de las izquierdas, tan acusados de ateos ellos, mantenían una ilusión más allá de lo racional. Algunos se convirtieron en figuras más dogmáticas que Javier Clemente, haciendo de El Capital una especia de nueva Torá (claro que mucho más aburrida). Pero incluso los más heterodoxos guevaristas compartían una fe absoluta en la idea de revolución, del triunfo del proletariado y en el hecho de que el capitalismo lo iba a petar bien pronto.
También nosotros, capitalistas y liberales de toda la vida, creemos en cosas difíciles de concebir sin grandes dosis de fe. Los argentinos pensaban, por ejemplo, que un peso valía igual que un dólar. Nosotros preferimos no pensar en qué pasaría si a todos nos diera mañana mismo ir a retirar todo nuestro dinero del banco, por muchas garantías y respaldos. Preferimos imaginar que todos somos buenos y que la suma de beneficios individuales lleva automáticamente al beneficio general y que no existen los cachorritos maltratados.
Desde hace unos meses, claro, hemos vivido algunos de los límites de nuestras creencias. Tuvimos fe, por un momento, en que con nuestro sueldo y con esos créditos tan chulos podríamos pagar una casa y una PlayStation 3. Deseábamos y creíamos que la máquina de la prosperidad iba a durar casi para siempre, por mucho que supiéramos que todo se basaba en un dinero irreal.
Pero aunque algunas cosas se han trastocado en ese esquema, seguimos reclamándonos una renovada fe, una nueva ilusión para pensar en que todo va a cambiar y para mejor, que los estadounidenses han puesto en Obama y que los españoles la tuvimos en su día con el Podemos y Luis Aragonés (?).
Debe ser, por tanto, algo genético eso de la fe. O quizás nos sentimos tan desarraigados que necesitamos creer en algo más allá, tenga la forma de un señor de blanco y con barba, de un tipo de cuatro brazos y cara de elefante, de un billete de un dólar o de Patricia Conde. Yo, por ejemplo, tengo fe en la salvación del Elche, que no es poco.

3 comentarios:

  1. También tengo fe en la salvación del Forest y del Huesca, dicen que la fe mueve montañas nosotros no pedimos tanto, solo que haya algún equipo mas torpe que los nuestros.
    Para el ascenso en la Real ni con la fe basta.

    Me gusta el nuevo formato del blog, queda chulo pero ni se te ocurra cambiar el de cinco-tres-dos que ya es mítico.

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  2. La fe... pues depende de quien la tenga, quien no la tenga o quien no sepa/no conteste.
    Yo tengo fe en distintas cosas, pero no en un dios. Al menos, no mientras no me lo demuestren. Y recuerdo que Homer Simpson ya presentó una fórmula matemática que descartaba automáticamente la existencia de Dios, corroborado por Ned Flanders.

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  3. hola, city, por fin alguien a quien le gusta el rosa de 532! al huesca lo veo bien... lo de la real sí que da mal rollo...

    fer, tú tienes fe en lucía (y en pilar rubio, pero esto no tiene que leerlo ella). y recordemos que ned rompió la fórmula!

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