viernes, 8 de agosto de 2008

novelda 2008: pudimos


Llevaba nueve años despertándome en medio de la noche cubierto de sudor y con escalofríos, nueve años despertándome de repente con la única obsesión de correr la Subida al Santuario de Novelda. La había corrido en 1998, repetí en 1999 y luego, cuando ya se había convertido en una necesidad vital, la nada: pasé varios años lesionado del tendón de Aquiles izquierdo, más tarde vinieron compromisos sociales y largas estancias en Buenos Aires.
Fueron tiempos difíciles, en los que cualquier vil rufián decía "ni" a una viejecita. Pero este año, gracias una conjunción astral que tardará siglos en repetirse, me encontré en el momento y en el lugar justos para poder volverla a correr de nuevo. Sabía que iba a ser duro: nunca he vuelto a entrenar como entonces (ni de lejos), era una distancia relativamente larga (11,8km) , el calor podía ser un problema y mi cuerpo podía o no aguantar o directamente romperse; pero había tanta ilusión que sabía que la iba a completar.

La cosa empezó bien, bastante impresionado por cómo había cambiado todo (para bien). Por ejemplo, la pista de arena y el campo de tierra donde empezaba la carrera se habían transformado en tartán y césped artificial y hasta teníamos chips que medían nuestro tiempo. Los primeros kilómetros, de ligera subida, los tomé con calma, regulando para no quedarme sin fuerzas al final, pero en realidad todo era muy divertido: corrías rodeado de gente (a la que podías chupar rueda) y había mucho público (para una carrera popular) que animaba bastante y hasta te mojaba con sus mangueras.
A los 5 kilómetros comenzaba el duro repecho hacia el Santuario (aquí puedes ver el perfil). Mi tiempo era pésimo, a mucho más de 5 minutos por kilómetro (lo que equivale a un trote bochornoso para alguien que entrana y los que serían ganadores ya estaban de vuelta). Me encontraba bien, pero por experiencia sabía que si tiraba demasiado me iba a vaciar, así que elegí a una chica como liebre y tiramos para arriba recortando posiciones.
A diferencia de lo que pasa con una bici, la bajada no es nada agradable: las rodillas sufren por el impacto extra y se castigan demasiado, pero por suerte apenas duraba medio kilómetro. A partir de entonces sólo quedaban unos cinco más, que picaban hacia abajo ligeramente y en los que había que exprimir las fuerzas que quedaran. Los últimos dos kilómetros, de nuevo por las calles de Novelda, se hicieron más duros, por el cansancio y por el poco viento que corría. Pero, por fin, tras algo más de 11 kilómetros, llegamos de nuevo a la pista, a la que había que dar una vuelta. Había que darlo todo porque ya no quedaba nada, así que esprinté con lo que poco que tenía hasta parar mi tiempo en un oficial 1:06:23 (y un oficioso 1:05, porque con toda la gente que había, tarde bastante en salir).
Al final, ni brazos en alto (no había fuerzas ni para eso), ni cucaracha (lo mismo no me levantaba), sino un simple puñetazo al aire, entre rabia y alegría.

No hice un gran tiempo, ni una gran posición (1046 de 1286, podéis ver más resultados aquí), pero ahora, tras nueve años, ya puedo dormir y vivir tranquilo y más gracias a la amplia variedad de productos Carmencita que te regalaban cuando llegabas a meta. ¿Me atreveré ahora con la Media Maratón de Buenos Aires?

3 comentarios:

  1. Pues enhorabuena por la proeza, ya sólo te falta perderle el respeto a las cuestas (¡ojo con la de la calle Zamora!).

    PD: ¿le podías chupar rueda a la gente?, ¡degenerado!

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  2. Lo de hacer un grupetto con una chica grande...aunque si llegan a ser varias, casi podria haber sido pornografico...

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  3. A ver, Chimo, que ya estás tardando en loar la gesta de Samuel Sánchez ganando el oro en Pequín (la madre que lo parió, que final de carrera, qué joputa el Cancellara).
    Espero ansioso tu opinión, despojada de objetividad y exultante a rabiar.

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