jueves, 12 de julio de 2007

un pasado incómodo


Uno de los debates que más nos da de comer a los historiadores es qué hacer con un pasado traumático en el que se han cortado libertades y se han cometido atrocidades y horrores. Es una cuestión ineludible una vez que se recupera cierta calma en democracia y prácticamente ninguna sociedad ha podido dejarla a un lado sin más. Ni siquiera Francia, tan libertina y democrática, se ha salvado de las sombras y las preguntas acerca de la colaboración con el nazismo (más amplia de lo que el relato oficial contaba) y las guerras de Indochina y Argelia. Por no hablar de Alemania, España y buena parte de los países latinoamericanos.
El ciclismo es algo completamente banal comparado con las violaciones de derechos humanos, pero también en este deporte se está planteando qué hacer con ese pasado (todavía bien presente) de escándalos y dopaje generalizado. No es un debate fácil, como se ve en la poca coherencia con la que se está tratando el tema y, aunque las posiciones fueran sinceras y no hubiera intereses oscuros, lograr un consenso es realmente complicado. Como en las sociedades reales, lo que se plantea no es sólo rendir cuentas con el pasado, sino crear un modelo de convivencia para el futuro. Y ante eso, ¿cuál es el camino a seguir: olvido, perdón o castigo?
En España, durante la transición, se optó, por miedo o conveniencia, por el olvido voluntario: había cuestiones que era mejor no tratar para no despertar al monstruo de la guerra civil. La cosa, aparentemente, ha funcionado; pero si se observa un poco más profundamente se observa que no fue la solución ideal, que la impunidad total fue un precio bastante alto para la democracia.
En Argentina, tras la dictadura, se intentó el castigo, pero el castigo tiene límites. En primer lugar, depende de la relación de fuerzas entre castigadores y castigados. Y en segundo lugar, debe detenerse en algún momento, porque si bien en una sociedad todos tenemos una cuota de responsabilidad, es imposible (y poco viable) castigar a todo el mundo. En Argentina el castigo limitado (a los jefes de las llamadas Juntas) salió relativamente mal (o relativamente bien) y en los 90 se optó por el perdón. Pero un perdón a unos asesinos que no se arrepienten tiene poco valor y con el tiempo la sociedad encontró los modos de volverlos a castigar.
El ciclismo tiene que elegir una solución entre dos límites: O echar la mirada a un lado, como si no pasara nada, y seguir como siempre. O expulsar a todo el mundo y borrar este pasado de la memoria como el Tour ha hecho con Riis. Por suerte pueden escuchar a los tipos que saben de historia y de política, como O'Donnell y Huntington (no precisamente de la izquierda radical), que afirman que no se debe pasar página de un pasado traumático con olvido e impunidad.

1 comentario:

  1. Chaval:
    Excelente post, me gustó mucho tu comparación entre política y deporte.
    Buenisímo, chaval.
    M A N U

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