miércoles, 9 de mayo de 2007

la felicidad nunca puede ser completa


La felicidad nunca puede ser completa para un interista. Lo podría haber dicho el gran Enric González, pero en vista de lo ocurrido hoy, me adelanto a sus comentarios. Como se sabe, el Inter de Milán ha vuelto a ganar en 2007 la liga italiana (sin contar con el campeonato pasado, otorgado en los despachos), dieciocho años después de conseguir por última vez ese título (recordemos que en aquella época, el Muro de Berlín seguía dividiendo esa ciudad y que la URSS era algo más que un recuerdo). Un motivo de felicidad obvio, salvando ciertas lagunas de legitimidad provocadas por el hecho de que la Juve se encontraba en Serie B y que rivales como el Milan partían con un lastre de puntos.
En realidad, esos contrincantes se habían merecido tal castigo por tramposos y el Inter ha pulverizado récords de puntos y de victorias, con lo que no hay motivos para desmerecer la alegría por el título.
Sin embargo, el destino es cruel con el Inter y jamás le permitirá albergar algo parecido a la felicidad, al menos no de una manera prolongada y completa. Los problemas empiezan cuando te juegas otro título, como la Copa de Italia, y en la final tu rival te golea. Eso es lo que ocurrió ayer, cuando la Roma (segundo en la liga a una distancia sideral del líder) le metió seis goles al Inter (el resultado fue de 6-2 y, eso sí, todavía queda por jugarse la vuelta).
Pero, bueno, a fin de cuentas la Copa de Italia es un trofeo relativamente menor y, si para la Roma era el partido del año, para el Inter este título sólo sería una guinda a una buena campaña.
Lo realmente irónico y sangrante en toda esta historia es que justo cuando te preparas para celebrar tu campeonato a lo grande, tu archienemigo y vecino, el Milan (el jurásico y desahuciado equipo lleno de treintañeros) va y se cuela en la final de la competición de clubes más importante del mundo, la Champions League. Obviamente, los interistas deben estar rezando intensamente a los dioses de Liverpool, porque una Copa de Europa para el Milan dejaría en un asunto menor el Scudetto de la Benamata. Para mayor sarcasmo, no es la primera vez que ocurre: en 1989, tras la victoria en liga del Inter, el Milan ganó la Copa de Europa goleando al Steaua.
Conclusión fácil: por mucho que se quiera, si tu identidad durante años ha sido la de ser un equipo perdedor, ésta no se puede cambiar en unos pocos meses. El destino es demasiado puñetero como para permitírtelo.

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