En el siglo XIX no tenían estrellas del rock que se pegaran juergas históricas tipo Axl Rose. Ni (por suerte) existían programas que ahondaran en hasta el más insignificante detalle de la vida de los famosos (como El Tomate). Sin embargo, los músicos de la época dan para cotilleos que dejan en nimiedades las aventuras de Isabel Pantoja o Jesulín (de hecho, son nimiedades sin necesidad de esa comparación...).
Por ejemplo, está el caso de Robert Schumann, quien se casó con Clara Wieck, la hija de su maestro. Al ser ella menor de edad (y bastante menor que Robert), el señor Wieck se negó a dar la mano de su hija a su antiguo alumno y los novios debieron acudir a un tribunal para casarse. Años después, la pareja conoció a Johannes Brahms, un joven pianista (y más tarde compositor de la nana más famosa de la historia), quien entabló una amistad bastante íntima con la señora de Schumann (sobre todo en los últimos años de vida de Robert, en los cuales padeció la sífilis).
Lo del alemán Richard Wagner es más lioso aún. Su primera mujer, Minna (que a los quince años ya tenía una hija), le abandonó por otro hombre al poco de que la pareja se fuera a vivir a Riga. Ella volvió casi inmediatamente, pero en los treinta años siguientes, hasta su muerte tras una profunda depresión en 1866, la relación no fue exactamente muy pasional.
A un Wagner exiliado, enfermo y endeudado lo salvó el rey Luis II de Baviera, quien lo apadrinó y apoyó el desarrollo de su obra. Corren rumores de que Luis veía a Richard como algo más que un músico. Por si la historia no fuera complicada, en 1865 aparece un gran escándalo: Cosima, una mujer casada y (sobre todo) hija (ilegítima)de Franz Liszt (uno de los mejores compositores y pianistas de todos los tiempos), da a luz una hija de Wagner. Años más tarde, Cosima se divorció de su marido y ambos contrajeron matrimonio.
En la primera foto, Robert Schumann con Clara Wieck. En la segunda, Richard y Cosima.
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