El Valencia está viviendo una especie de juego de simulación de guerra. Y no es por la relación que mantienen Quique Sánchez y Carboni (que también), sino por lo que están experimentando los jugadores con la plaga de lesiones. Marchena, Edu, Gavilán, Moretti y ahora Regueiro se han lesionado de gravedad y se pierden lo que queda de la temporada. Otros, como Villa o Morientes tienen lesiones más leves.
El ambiente de pánico que se respira en los entrenamientos simula perfectamente la tensión que se palpa en las películas sobre la II Guerra Mundial o Vietnam. Porque lo que se ve en los jugadores es miedo, miedo a ser el siguiente e ineludible condenado. Casi imitando a algún personaje de Apocalypse now comentaba Silva: "Psicológicamente es horrible perder cada día a un compañero". Y Ayala contestaba: "Son golpes muy duros al vestuario. Todos los días cae uno". En ese sentido, los valencianistas recuerdan a soldados perdidos que avanzan con el terror en el cuerpo, viendo cómo caen sus compañeros y sabiendo que el próximo puede ser cualquiera de ellos. Por si fuera poco, como en una emboscada real no se sabe desde dónde les disparan: ¿será el estado del césped? ¿la carga de partidos? ¿cansancio psicológico? ¿las entradas duras?
Lo malo de este juego es que cada vez quedan menos hombres y la guerra, la Liga, va a ser muy larga. La única noticia positiva es que, como el coronel Kurtz, ya conocen el horror.
El ambiente de pánico que se respira en los entrenamientos simula perfectamente la tensión que se palpa en las películas sobre la II Guerra Mundial o Vietnam. Porque lo que se ve en los jugadores es miedo, miedo a ser el siguiente e ineludible condenado. Casi imitando a algún personaje de Apocalypse now comentaba Silva: "Psicológicamente es horrible perder cada día a un compañero". Y Ayala contestaba: "Son golpes muy duros al vestuario. Todos los días cae uno". En ese sentido, los valencianistas recuerdan a soldados perdidos que avanzan con el terror en el cuerpo, viendo cómo caen sus compañeros y sabiendo que el próximo puede ser cualquiera de ellos. Por si fuera poco, como en una emboscada real no se sabe desde dónde les disparan: ¿será el estado del césped? ¿la carga de partidos? ¿cansancio psicológico? ¿las entradas duras?
Lo malo de este juego es que cada vez quedan menos hombres y la guerra, la Liga, va a ser muy larga. La única noticia positiva es que, como el coronel Kurtz, ya conocen el horror.
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