domingo, 10 de septiembre de 2006

incertidumbres


Hubo un tiempo (y no demasiado lejano) en el que la gente tenía sus ideas claras y basaba su vida en ciertas creencias y verdades de las que estaban seguros. Esas creencias variaban con la gente, incluso muchas veces eran opuestas: a unos les daba por el cristianismo, a otros por la revolución socialista, otros se iban de retiro espiritual a una finca en las afueras de Varanasi (o Benarés), otros creían en la bolsa, otros en la ciencia y el progreso, otros en Jennifer López y otros en la voz de Constantino Romero. El caso es que la gente tenía fe en algo y con esas certidumbres se enfrentaba a la vida.
Desde hace un tiempo las cosas cambiaron: se cayó la física newtoniana con el Einstein, se cayó el muro de Berlín (reencarnado en julio en Cannavaro), se cayeron las Torres Gemelas, los años hacen mella en el trasero de J.Lo e incluso Constantino
Romero cambió su bigote por una perilla. Pero, a pesar de todo, a pesar de todo el relativismo y todo el posmodernismo, aún quedaban algunas cosas en las que creer: cosas pequeñas (nada de esa tontería de explicar toda la realidad y todo lo humano con un metarrelato al uso) y cotidianas, pero que te hacían la vida más feliz: comprobar cómo los kioscos se llenan de cosas en septiembre hasta sepultar al kiosquero, la huelga de Iberia en julio y cosas así.
Yo (tan ingenuo), por ejemplo, creía en el fútbol y en el ciclismo y disfrutaba de los partidos y de los puertos de montaña de categoría especial como Andrés Calamaro lo hace de las milanesas. Eso era hasta este año, cuando en el ciclismo estalló lo de la Operación Puerto y después lo de Landys y cuando en el fútbol italiano salió lo del Moggigate. El caso es que los (en principio) vencedores de las tres últimas grandes vueltas ( Heras en la Vuelta, Basso en el Giro y Landys en el Tour) no eran tales. Y el caso es que los dos últimos campeonatos italianos estaban más amañados que una partida de póker entre Johnny Deep y Nicholas Cage .
Después de estos golpes uno acaba con una crisis de valores enorme: tantas horas perdidas siguiendo algo que no dejaba de ser una especie de teatro..., tan virtual e inseguro como una autobiografía de Espinete.

Siempre queda esperanza, claro: ha habido una caza prolífica de ciclistas sospechosos y la Juve purga sus penas en la serie B. Pero después de esto, ¿en qué voy a creer? ¿en la música? No después del reaggeton.

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